Tengo un amigo que me ha dicho siempre que los pactos políticos prácticamente no existen. Al principio, dudaba de su afirmación y no fue sino hasta después de pasado mucho tiempo que «me cayó el centavo». Esta clase de pactos son de los que no duran más que el preciso instante en que se firman. Para explicarme mejor, son igualitos a los que los integrantes de una gremial acuerdan, por ejemplo, estandarizar los precios del producto que venden. Es regresando a su establecimiento y ponen los que mejor les convenga y «el que venga atrás que arree». Así somos los chapines y el que diga lo contrario no le voy a discutir su criterio, solo hay que «darle tiempo al tiempo», como decía mi abuelito.
Digo esto, porque cuando veo a los políticos sentados con cara de circunstancia en la sede del Tribunal Supremo Electoral me río. Sí, como lo leen, me da risa pensar lo que va a pasar cuando el llamado «fiscal» retorne a la sede de su partido y le cuente a sus correligionarios que de ahora en adelante tendrán que respetar una cuota para la inversión propagandística, que formalmente han hecho el compromiso de limitarla, que no van a pintar pared ajena, ni utilizar los postes del alumbrado público para empapelarlos o pintarrajearlos, ni tantos objetos más que abusivamente, a usted y a mí, nos impide transitar libremente por las aceras de nuestras inmundas ciudades, con alguna que otra excepción en las que su concejo municipal se aprieta bien el cincho de los pantalones, lo que el resto debiera imitar.
A propósito, ¿estimado lector ya se dio una vueltecita por los rincones turísticos del país?, ¿ya vio cómo han estado contaminando la visual de nuestra linda tierra y cree usted, que corriendito van a ir a despintar o despapelar tanta porquería que han estado colocando por todas partes? ¡Bah!, el que asegure que lo dicho por los politiqueros se va a cumplir, será porque lo botaron del canasto sus papás cuando era chiquito o nos quiere ver cara de lo que no somos. Y esto último es lo que me sigue molestando más, que crean que cinco millones de posibles electores nacimos ayer o solo tenemos el dedo meñique de frente.
El pacto político que acaban de forzar los honorables magistrados del Tribunal Supremo Electoral es a todas luces plausible; sin embargo, no porque me juren ante mil santos y me prometan por todos sus antepasados que eso se va a cumplir, vamos a seguir siendo tan inocentes como para creerles cuando vaya si no tenemos tiempo de conocerlos. El político, salvo contadísimas excepciones, es infiel cumplidor de su palabra. Por naturaleza, como bien dice el ex magistrado, licenciado Mario Guerra Roldán, «fácilmente podrán eludir la ley». ¿Será necesario llegar hasta septiembre?