Dentro del cotarro político electoral medio abierto que estamos viviendo, se ha dado el fenómeno de las primarias, como estrategia para llegar a los candidatos definitivos que participarán en el evento del 2007. Hace cuatro años un partido quiso utilizar esta técnica; hoy lo intenta otro, aunque en realidad son los mismos, porque sigue siendo cita la afirmación de que aquí, no existen partidos políticos. Pues bien, eso de las primarias no es una ocurrencia y todo depende de la seriedad de la práctica política. Mi amigo, el doctor Ordóñez, profesor guatemalteco que trabaja para la UNAM, me ha traído un libro del maestro argentino, Ricardo Haro, titulado: «Constitución, Poder y Control», en cuyo contenido hay un ensayo sobre las primarias abiertas como técnica de democratización del sistema político. Las hay cerradas, cuando sólo participan los afiliados del partido; y abiertas; cuando participan los afiliados y los no afiliados. Las abiertas, dice Haro, hacen que la representatividad de los elegidos se base en la legitimidad e idoneidad. Sin embargo, creo yo, ello se puede lograr si el proceso está basado en la buena fe y rectas intenciones; de lo contrario todo se reduce a un sainete político. Y como los partidos no lo son, entonces es más prudente las primarias cerradas, siempre y cuando no funcione la designación a dedo.
Cuando se señala la poca consistencia de nuestros partidos políticos, no se hace una apreciación avalada en el desarrollo político de Guatemala. Tocqueville dice que el presente que uno juzgue puede ser equivocado, si se deja de tomar en cuenta el momento en que jurídica y políticamente nació un Estado y cómo se ha ido conformando. De ahí que no debemos ser tan duros en la apreciación de las organizaciones políticas existentes y si tratar de que se perfeccionen, ya sea participando o dando ideas para superar ese «subdesarrollo». Una democracia, decía Kelsen, necesita inevitablemente de partidos políticos. A eso, agrega James Bryce, nadie ha demostrado cómo podría funcionar una democracia representativa sin partidos.
¿Qué se podría lograr con primarias cerradas o abiertas, si fueran un real procedimiento de selección de candidatos? El autor Haro señala varios logros; sin embargo, el que más aprecio de la lectura es asegurar la idoneidad del postulado. En los procedimientos comunes se sacrifica la excelencia, en aras del internismo partidario que responde a muchos factores, no necesariamente relacionados con el ideario y la ética del partido. El gran constitucionalista francés, André Haurioou, destacaba que ya pasó el tiempo de los «gobiernos a amateurs», como pudo ser posible en sociedades menos complejas. Hoy, la población ha crecido y también sus problemas, lo que demanda una gran capacidad para gobernar, que no es cosa sencilla. Requiere mucho conocimiento, un buen equipo, que no se forma necesariamente con los hombres de la campaña, y también sentido común. Pero los partidos deben ser también, intermediarios en la solución de las dificultades de la sociedad. Sus programas deben partir de sus requerimientos, no de la perspectiva subjetiva de los dirigentes, porque eso rompe la relación dialéctica entre partido y sociedad.
Por último, deseo resaltar lo negativo que desde la doctrina se le atribuye a las primarias, sobre todo para un país como Guatemala, a saber: a. Falta de antecedentes sobre esta técnica. B. Posibilidad de distorsionar la vida interna del partido. C. Abre un proceso político demasiado extenso que produce inestabilidad y angustia política. D. Puede evidenciar falta de seriedad en la dirigencia del partido que las practica, lo cual le resta credibilidad ciudadana.
¿Cómo conseguir la participación en un medio que a diario se desvaloriza? Tito Monterroso, con su genial sarcasmo, dice que nunca contribuyó a elegir a nadie. En Honduras, porque era un infante; en Guatemala, porque eran los tiempo de Ubico, en que no se elegía, se plebiscitaba con fraude; y en México, por no ser ciudadano. Así que, contrariamente a esa frase vacía de ser ciudadano del mundo, dijo que él era ciudadano de ninguna parte, lo que me parece muy honesto y bien dicho. Pero como nosotros si tenemos ese mínimo espacio de escasos centímetros cuadrados frente a la urna, en donde decidimos con entera libertad, supongo, nuestro destino político, sería saludable que los partidos encontraran en las primarias, cerradas o abiertas, un mecanismo de selección de candidatos con legitimidad e idóneos para los cargos en que se les postula.