Algo más sobre el desgaste y la ingobernabilidad


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Se incurriría en una ligereza si se considerara o atribuyera que el desgaste del gobierno actual es de su exclusiva responsabilidad. No. Las cosas no son así. Son varios los factores que lo determinan. Es por ello que habrá que prestarle atención a sus causas y consecuencias. Y, en lo fundamental, a lo que está en el fondo de lo que gubernamental e institucionalmente caracteriza el momento actual.

Ricardo Rosales Román
Carlos Gonzáles
http://ricardorosalesroman.blogspot.com


El desgaste gubernamental tiene, entre otras de sus causas, las limitaciones de quienes en 1985 pensaron que con la emisión de la Constitución Política de la República se daría paso a una “transición democrática” y que de los gobiernos militares se “pasaría” a un proceso de gobiernos civiles “electos”, al fortalecimiento de los Poderes del Estado, sus instituciones y de la gestión pública.
   
    Con la Constitución de 1985 se legitimó la continuidad de un modelo político-económico que para un país como el nuestro ya no era viable; institucionalizó una democracia formalmente representativa y una legislación electoral y de partidos en interés del poder oligárquico y camarillas políticas corruptas y oportunistas.
   
    A mediados de la década de los 80 del siglo XX, lo prioritario para el país era -y lo sigue siendo más ahora-, salir del subdesarrollo, el atraso, la dependencia.
   
    No fue así. Se le abrió paso a políticas neoliberales a ultranza. Se ensanchó la brecha que separa a quienes lo tienen todo de quienes apenas si les alcanza para sobrevivir. Es decir, se institucionalizó un sistema entreguista, excluyente, explotador, discriminatorio, depredador y que, de hecho y en la práctica, profundiza la desigualdad e inequidad económica y social, el despojo, la marginación.
   
    Dicho en otros términos, es la vía perversa a través de la que el capitalismo salvaje castiga a quienes están en la pobreza y la pobreza extrema y arruina a las capas medias. Sólo beneficia a la élite oligárquica, a quienes le sirven y a los que utiliza a su conveniencia e interés.
   
    ¿Qué quiero decir con lo que llevo apuntado hasta aquí? Quiero decir que a una institucionalidad hecha a conveniencia e interés de la élite oligárquica, el empresariado organizado y el capital extranjero, corresponde un sistema gubernamental y político débil y que en su continuidad y prolongación se desgasta. Está a la vista que, después de cuatro años en el gobierno, a quien lo asume le resulta imposible resolver lo que a sus antecesores no se lo permitieron o no estuvieron en capacidad, condiciones y decisión de hacerlo.
   
    La tan sui generis alternabilidad gubernamental iniciada en 1986, ni ha fortalecido la democracia formalmente representativa ni los poderes del Estado y sus instituciones como tampoco la gestión gubernamental. Al contrario, su tendencia es a un cada vez mayor debilitamiento y que, de seguirse prolongando, lo más probable es que las contradicciones antagónicas se agudicen, las no antagónicas no se solventen y se desemboque en una situación de ingobernabilidad.
   
    A partir de allí, todo puede suceder. Hasta lo que el más incrédulo, indiferente o conformista esté pensando que no puede o no desea que vaya a ocurrir.
   
    A propósito, en la contraportada de un libro recientemente promocionado se dice que “el modelo político-económico de la llamada civilización occidental continúa deteriorándose inexorablemente y lo que debiera asombrarnos no es su decadencia acelerada sino la duración de su supervivencia agónica”.