No faltará alguien entre quienes leen esta columna que se pregunte, con sobrada razón, por qué me sigo ocupando de lo que inicié a tratar la semana pasada (a raíz de mi más reciente visita a México), estando como están las cosas en el país en lo político, en lo electoral, en lo institucional y a nivel de gobierno. De la política y las próximas votaciones, así como de la gestión del gobierno actual y el entorno internacional del momento, me ocuparé a partir del 8 de agosto.
La semana pasada dejé pendiente algo que compete a los pirruris por su modo de ser, de comportarse y, sobre todo, por lo que creen que son. El pirruris ?en la escala social a la que pertenece? es económicamente dependiente. Puede ser hijo de un potentado o de una figura política encumbrada. Cuando hereda la parte que le corresponde, no es que deje de ser pirruris; empieza por creer que ya forma parte del cerrado círculo de quien le confía estar al frente del corporativo propiedad de su núcleo familiar o del también cerrado círculo de la cúpula política a la que pertenece papá.
En tanto se siente pirruris, habla, se comporta y procede como pirruris; es decir, de un modo propio de la especie a la que pertenece y con el propósito de que como tal se le identifique. En su afán de superarse ?a su manera, por supuesto? y para servir y administrar los intereses que le serán confiados, no opta por estudiar en la universidad nacional: ahí no encaja ni se siente bien. Opta por universidades particulares, en donde haya un suficiente espacio para los clase aparte. í‰ste es el segundo paso para después irse al extranjero. Su acceso a la universidad se lo garantizó con las altas colegiaturas en establecimientos privados de lo más exclusivos.
Hablando francamente, a estas alturas no tengo claro todavía el momento en que el pirrruris deja de comportarse como tal y pasa a convertirse en privilegiado poseedor de una considerable fortuna o a ocupar el espacio político al que cree tener derecho. Lo voy a estudiar en nuestro medio para ver si logro responderme esa interrogante, en el entendido de que el perfil que alcanzan los potentados y políticos de aquí, está muy por debajo del que tienen en otros países y que me lo explico por el exagerado y aberrante subdesarrollo a que se nos ha orillado.
¿Acaso ha escuchado usted hablar a los pirruris chapines? ¿Les ha visto? ¿Los ubica?
Pues bien. En México y Guatemala hay otros tipos de pirruris que se diferencian de los ya descritos. No son potenciales herederos de familias ricas o de altos personajes políticos. Son los que imitan y adoptan los modales del pirruris ubicado en la escala más alta de los privilegios económicos o políticos. Son los que se conforman con sentirse o comportarse como tales e imitarlos. En la pirámide de la estructura del poder económico y político corresponden a los estratos altos de las capas medias con aspiraciones de ascenso económico, social y político. Debajo de ellos están los segmentos intermedios, los desclasados y, por ello, en riesgo de empobrecerse (que es lo más probable) o de enriquecerse hasta el límite que los potentados o las cúpulas políticas se los permitan.
Hasta aquí con los pirruris. En cuanto a los chilangos hay que referir lo siguiente. Chilango se le llama a quien es originario del Distrito Federal o radica allí. No es una cuestión de comportamiento, modo de ser, o por el estrato social a que se pertenece, lo que caracteriza lo caracteriza. Hubo un tiempo en que decirle chilango a alguien tenía una alta carga ofensiva, una forma de trato despectiva. Ahora ya no es así. El chilango ha entrado en un proceso de redignificación de su identidad, de lo que lo enaltece.
En la revista Chilango ?que circula mensualmente en el DF? sus editores se encargan de destacar el orgullo chilango. Repito, lo chilango no es un modo de ser, de comportarse, de aparentar, de hablar o expresarse. Da, además de pertenencia, identidad.
En cuanto a lo naco, como está más estudiado y entrecruza los distintos segmentos de la sociedad mexicana, vale la pena referirse a ello en una próxima oportunidad a partir del origen del término, lo que implica ser naco y, sobre todo, lo que identifica lo naco.
Al igual que la semana pasada, anticipo que de acuerdo a lo que se dice en Wikipedia ?una autodefinida enciclopedia libre? «un naco no es aquél que carece de dinero, no es un limosnero, no es un indigente. Un naco puede ser un millonario, una figura pública».
Pienso, en este caso, lo que son y cómo proceden los potentados y políticos de nuestro medio y me pregunto si con lo que conozco de los nacos de México me sería posible identificar las nacadas de los de aquí. De lo avorazados y corruptos que son, la mayoría de guatemaltecos lo tenemos muy claro. Sin embargo, en cuanto a los políticos, aunque el ciudadano al momento de emitir su voto ?no de elegir? suele equivocarse, su arrepentimiento de después en nada arregla ya la situación. Este es un tema para abordar más adelante.