Algo más acerca de el porqué estamos como estamos


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Si nuestra historia institucional se pudiera representar gráficamente mediante una lí­nea que abarcara los 80 años más recientes y principiara a partir del primer perí­odo de gobierno del dictador Jorge Ubico (febrero de 1931) y continuara con sus reelecciones siguientes -la última de las cuales concluyó con su renuncia (1 de julio de 1944)-, lo que mostrarí­a serí­a una tendencia hacia abajo cada vez más pronunciada y que vuelve a repetirse diez años después, dando comienzo al prolongado perí­odo que se prolonga hasta hoy.

RICARDO ROSALES ROMíN \ Carlos Gonzáles
ricardorosalesroman423@gmail.com

 


La excepción lo constituye la década democrática, revolucionaria y progresista durante la que destaca el significativo ascenso, avance y consistencia que en lo institucional se inaugura con la gestión de la Junta cí­vico militar (20 de Octubre de 1944 – 1 de marzo de 1945), continúa durante el gobierno democrático del doctor Juan José Arévalo (1 de marzo de 1945 – 1 de marzo de 1951) y se profundiza y avanza en el curso del gobierno revolucionario, popular y progresista del coronel Jacobo Arbenz Guzmán (1 de marzo de 1951 – 27 de junio de 1954) interrumpido violentamente -como todo el mundo lo sabe o deberí­a saber- a raí­z de la intervención norteamericana a nuestro paí­s.
     
      De 1954 a la fecha, la institucionalidad en Guatemala se caracteriza por sucesivos perí­odos gubernamentales fáciles de identificar, por lo que negativamente han significado para el paí­s y nuestro pueblo y lo que tienen en común e identifica. En lo formal, es posible encontrar alguna diferencia.  En el fondo, no la hay. Los seis sucesivos perí­odos (1954 – 1958, 1958 – 1963, 1963 – 1966, 1966 – 1982, 1982 – 1985 y 1985 a la fecha), como se dice, están cortados con la misma tijera y según un mismo molde.
     
      Esto significa un retroceso y deterioro institucional, su debilitamiento, agotamiento y caducidad que se acentúa, agrava y profundiza con cada perí­odo que sucede al anterior. La tendencia que aquella lí­nea imaginaria reflejarí­a serí­a de un continuado y pronunciado descenso que, para entenderlo y explicar, hay que tener en cuenta el origen, naturaleza y carácter de las tres Constituciones emitidas, el momento en que fueron decretadas, sancionadas y promulgadas, y la derogatoria de dos de ellas a raí­z de los golpes militares de 1963 y 1982.
     
      En efecto, en el transcurso de estos 57 años, es en tres sucesivas normativas constitucionales que se ha institucionalizado un sistema social excluyente y discriminatorio, el modelo económico neoliberal y globalizador y el régimen gobernante y de partidos vigente. En lo económico y social, tanto como en lo polí­tico y gubernamental, el paí­s ha retrocedido y todo ha ido cada vez más para peor.
     
      Sus antecedentes, explicación y razón de ser, no son difí­ciles de ubicar. Qué otra explicación puede tener que esas tres Constituciones hayan sido decretadas, sancionadas y promulgadas por constituyentes designados o “electos” en situaciones de hecho, bajo gobernantes de facto al servicio y conveniencia de los poderes económicos y sus élites privilegiadas dominantes cuyos intereses de clase corresponden a los del cada vez reducido número de potentadas familias que son las que detentan y ejercen el poder real, están por encima de las instituciones y en su conservadorismo a ultranza deciden lo que no hay que hacer y lo que hay que dejar de hacer.
     
      Tal es el escenario en que tendrán lugar las votaciones generales del 11 de septiembre y en las que lo que en realidad está en disputa son los intereses en pugna de los potentados locales de siempre, los poderes paralelos ya configurados y los emergentes, el crimen organizado y el narcotráfico. Los resultados, sean los que sean, en nada cambiarán el estado actual de cosas. Al contrario, tenderán a agravar y profundizar nuestra ya tan precaria y debilitada institucionalidad, el modelo económico también ya agotado y en crisis y el sistema polí­tico y de partidos que ya no da para más.
     
      En tales condiciones, lo que crí­tica y autocrí­ticamente cabe preguntarse es por qué, desde la izquierda, se ha perdido tanto tiempo y dificultado más de la cuenta sentar las bases organizativas y polí­ticas a fin de unitariamente construir la alternativa real de poder capaz de convocar, movilizar y organizar la lucha de todo el pueblo a favor de la refundación del paí­s, la nación, la República y el Estado.
     
      A mí­ me parece, entonces, que ha llegado el momento de definir cómo ejercer el voto ciudadano y popular y, a partir de ahí­, trabajar y luchar para alcanzar el objetivo estratégico que, para la etapa actual, pasa a ser la cuestión principal. http://ricardorosalesroman.blogspot.com/