El súbito traslado del ex presidente Alfonso Portillo a una cárcel de  Fraijanes, su inesperado retorno al Preventivo de la zona 18 y su repentina hospitalización en el Centro Médico Militar provoca razonamientos acerca del ejercicio del poder político pasado, presente y futuro.
Habituado a leer y escuchar declaraciones de funcionarios públicos de diferentes escalas y de indistintos gobiernos a lo largo de décadas de dedicarme al periodismo, soy sumamente escéptico respecto a versiones que suelen externar esos personajes en momentos de crisis, y de ahí que tuve dudas en torno a las razones oficiales que se arguyeron para intentar justificar la conducción del ex gobernante a una prisión de máxima seguridad.
 Cuando la mañana del lunes 15 me enteré de ese precipitado traslado pensé que se trataba de una revancha política y que el ex mandatario estaba siendo exhibido como trofeo de quienes verdaderamente dictan las órdenes en Guatemala, además de violar flagrantemente el artículo 10 de la Constitución Política que se refiere a la prisión preventiva. Portillo pudo haber cometido los delitos que se le sindican, pero eso no significa que las autoridades del Ministerio de Gobernación y del Sistema Penitenciario utilicen la ley fundamental del país como papel sanitario, toda vez que el precepto establece «…Los centros de detención, arresto o prisión provisionales, serán distintos a aquellos en que han de cumplirse las condenas»; aunque esos funcionarios se apoyaron en la normativa que regula el funcionamiento de las cárceles, pero que, en todo caso, es evidentemente inferior a la Constitución, como esas mismas autoridades lo reconocieron posterior e implícitamente.
 Por aparte, el tratamiento de que es objeto Portillo debería ser motivo de reflexión para los que actualmente ocupan cargos públicos, a fin de que tengan en cuenta que el poder político es efímero y que los enemigos que les surgen los esperan al final de sus gestiones.
 Adicionalmente, vale la pena señalar que los verdaderos amigos son la excepción de la regla, como se observa en el caso de Portillo -caído en desgracia-, sobresaliendo entre ellos el líder jalapaneco Mario Estrada, los ex ministros Mario Bolaños y Mario Torres, la ex diputada Janeth Pérez, el ex vicepresidente Juan Francisco Reyes López y otros pocos más cuyos nombres ignoro, que demuestran que no son de los que se aprovecharon de su amistad con Portillo cuando era Presidente de la República, sino que son realmente sus amigos.Â
 (El historiador Romualdo Tishudo recuerda la frase del desaparecido periodista, escritor, conferencista y abogado David Vela: -Los verdaderos amigos se conocen en el hospital, la cárcel  y en las conferencias).