Alegrí­a


Raymond J. Wennier

¡BASTA, la violencia NO puede dominarnos!

El 25 de noviembre en Estados Unidos celebramos el Dí­a de Gracias. Los primeros en llegar a Estados Unidos, provenientes del Viejo Continente, tuvieron que pasar las estaciones climáticas que cambian cada tres meses; una de ellas el invierno donde pasaron frí­o y nieve. Luego vino la época de sembrar las semillas para levantar la cosecha en el mes de noviembre. ¡Qué alegrí­a! Es el momento, dijeron, de hacer una pausa para dar gracias a la tierra y a Dios por dejarles obtener la comida necesaria para otra vez, aguantar y sobrevivir las inclemencias del clima que de nuevo se avecinaba. Para celebrar ese alegre acontecimiento, se reunieron familiares y amigos para participar en una reunión donde serví­an en su mesa una muestra de lo cosechado y compartir. La base de lo anterior fue trabajar, colaborar, ayudar, dar y recibir en un esfuerzo personal y comunitario. ¡Qué alegrí­a! Un mes después llegó el momento de dar gracias a otros, por otros motivos. Era el momento de agradecer a Dios por lo que les permití­a tener y dar a otras personas, con amor, imitándolo a í‰l, el Dios de todos. Esa buena noticia que nos anunciaron los profetas, es crear esperanza para llevar alegrí­a a todos. La alegrí­a de los «pilgrims» fue para dar gracias por la vida, por tener lo poco que tení­an y por el amor compartido en familia. «La felicidad y la alegrí­a son el tesoro anhelado del espí­ritu humano…El error más común es creer que se logran junto con la acumulación de bienes…En estas fechas navideñas nos saludamos con deseos de alegrí­a y de paz» nos dice Monseñor Mario Molina en su columna del 12 de diciembre. Sin embrago, hoy, más de cien años después de los «pilgrim», el sentido de la Navidad, «Christ-mas», tener más tiempo para Cristo en nuestras vidas en familia, se ha perdido debido a la materialización y comercialización de la época. Aún antes del Dí­a de Gracias, ya aparecen los anuncios priorizando productos a comprar para la Navidad. Cuando decimos «feliz», «merry», «frí¶he», en relación a Navidad, no deseamos recibir muchos regalos con alto valor monetario, pero basta ver la prisa y el poco interés con que los niños reciben los regalos, rompen el papel que los envuelve, lo tiran, miran el regalo, lo dejan a un lado y siguen abriendo, para saber cómo se ha perdido el verdadero sentido. Se ha perdido el valor de dar un regalo con amor, una muestra del cariño que sentimos por el pariente o por el amigo. Antes recibí­amos un regalo, si mucho dos, lo traí­a el Niño Dios, ahora, algunos reciben muchos y otros ni siquiera uno. El sentido de la Navidad se encuentra en el cuento para niños «La pequeña estrella» de Anthony DeStefano. Dicha estrella fue ignorada por las otras más grandes porque no podí­a brillar como ellas. Una noche las estrellas recibieron la noticia de que iba a nacer un rey. Las estrellas, menos la pequeña, dijeron que ese era el momento de brillar para señalar el camino a ese rey y su familia. Sin embargo, cuando las estrellas vieron al Rey Niño en un pesebre pobre y sin lujos, se sintieron engañadas. Cómo era posible que un rey naciera en tales condiciones. Sus solos acompañantes eran Marí­a y José, sus padres, dándole el amor que solo los padres pueden dar a sus hijos. Sin embargo, la pequeña estrella sabe que ese niño es el REY, pequeño como ella. Ella brilla entonces como nunca antes, ante la mirada sorprendida y admirada de las otras estrellas. Las otras le dicen que no brille tanto, que puede consumirse, pero la pequeña estrella no las escucha, ella está logrando cumplir con su destino, manteniendo al REY recién nacido, calientito y mostrando el camino a su familia. Esa noche, la última que la pequeña estrella brilló, ella dio su vida por Jesús, el mismo Jesús que ya adulto dio su vida por nosotros. Durante la época de Navidad recordemos a la pequeña estrella poniéndola sobre la parte más alta del árbol que adornemos o sobre el pesebre en el nacimiento. Entendamos que «Christ-mas» es una fiesta en la que Jesús es el centro de nuestras acciones y la única y verdadera razón de la celebración. El amor a la familia y a los amigos, expresado con gestos de cariño, es más significativo que dar regalos costosos, que tarde o temprano desaparecen; en cambio, el amor es duradero, base de las acciones que deben guiar nuestra vida tal y como lo hizo la pequeña estrella que estuvo al lado de Jesús y sus padres. El mensaje para todos, de la pequeña estrella, al consumirse en el amor sacrificial, es que todos, un los más pequeños y menos percibidos entre nosotros, tienen un lugar importante. ¿Cuál es la estrella que nos guí­a? ¿Cuál nuestro propósito y razón de ser? Hemos de dar respuesta a las necesidades de otros por pequeña que sea nuestra contribución; ese es el sentido de Navidad y el verdadero significado que nos guiará en el camino de la vida. ¡Gracias pequeña estrella por darnos alegrí­a!