Butka, la aldea natal de Boris Yeltsin, perdida en medio un bosque de pinos y abedules, está agradecida al difunto presidente ruso, «gracias al cual tiene carreteras», afirmó el lunes Valentina Nikitochna, con los ojos llenos de lágrimas luego de un minuto de silencio.
«Me pregunto lo que nos espera ahora», agrega Nikitochna.
Lo único que tiene en común Butka con las otras aldeas son sus «isbas», las típicas casas de madera rusas.
Pero sus rutas grandes y hermosas, así como los numerosos centros culturales para niños y el moderno hospital, hacen pensar que un patrocinador dio una mano para embellecer y modernizar a este pueblito que se encuentra a 2.000 km al este de Moscú.
Boris Yeltsin nació en Butka, en los Urales, en 1931. Se trata de una aldea de 1.600 casas y unos 4.500 habitantes.
Durante toda la jornada se realizan minutos de silencio en este día de duelo nacional, en las escuelas, las asociaciones y las empresas de Butka.
La alcaldía envió un telegrama de condolencias a la viuda de Yeltsin y a su familia. También estudia la posibilidad de dar su nombre a una de las calles principales de la aldea.
«Era un muchacho sencillo. La última vez que lo vi fue a mediados de los años ’80, cuando entregó una recompensa en Butka», recordó Galina Filimonova, la alcaldesa.
En esa época, el hombre que contribuiría a la caída de la URSS era el responsable del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de la región de Sverdlovsk.
Boris Yeltsin, que sólo vivió los tres primeros años de su vida en Butka, jamás olvidó sus raíces. «Sin su ayuda estaríamos en un pantano», afirma Valentina Nikitochna, responsable de uno de los centros culturales de Butka.
«Nosotros estamos orgullosos y agradecidos de que Yeltsin sea de aquí. El ayudó mucho a la aldea, sobre todo al destinar miles de millones de rublos a la construcción de rutas, millones para comprar instrumentos musicales y aparatos médicos para el hospital», destacó Filimonova.
Cuando dejó el Kremlin y se jubiló, el ex presidente continuó financiando el desarrollo de la aldea a través de su Fondo.
Sin embargo, el reconocimiento de los «butkinsky» contrasta con el resentimiento de muchos rusos, que asocian a Boris Yeltsin con un período caótico.
Durante su mandato, Rusia saboreó un comienzo de democracia, pero también lanzó la guerra contra Chechenia.
La humillante caída de la todopoderosa Unión Soviética, el capitalismo salvaje y los caprichos de Boris Yeltsin son pésimos recuerdos para los rusos.
Paradójicamente, «Butka», un nombre de origen turco, significa «desorden», según Klavdia Jukova, la encargada del museo de la aldea, que acaba de celebrar sus 330 años.
En este museo, un espacio muy discreto está dedicado al ex presidente, donde se exhiben fotografías, tarjetas postales firmadas por él, y libros dedicados.
«Estamos orgullosos, muy orgullosos de que Yeltsin haya nacido aquí. Pero no hacemos gala de ello, porque durante una época algunas personas amenazaron incendiar la aldea. Ellos consideraban que Yeltsin había destruido al país», dijo Tatiana, de unos 40 años, que no quiso revelar su apellido.