La belleza de nuestro territorio, que lo identifica como uno de los paraísos mundiales, ha sido puesta en peligro por malas decisiones a nivel de Estado, pero principalmente por esa indiferencia que la sociedad ha tenido durante los últimos años, los cuales apañados por una supuesta ignorancia, han permitido el avance de un desarrollo industrial, comercial y de toda índole, sin pensar que en un futuro (ahora el presente), nuestra Guatemala estaría en riesgo y con ella toda su población.
Pareciera que durante los últimos 40 años, el país ha sido invadido por la denominada globalización y con ella, una inconciencia sobre los riesgos que explotar el territorio guatemalteco conlleva. En un inicio, todo el proceso de comercio internacional y los mecanismos que involucraban las relaciones internacionales, desenvolvieron en dar a conocer las bondades de nuestro país; especialmente su naturaleza virgen, parecía inocente, progresiva y buena, lo que también magnificó que mucho turismo, nacional e internacional, se hiciera presente, promoviendo empleos, actividad económica y poniendo en el mapa del mundo a una Guatemala visible. Tanto las autoridades de los gobiernos de la época y los sucesivos hasta la presente fecha, han tomado ese elemento como un aspecto de oportunidad, generando turismo, publicidad, empleo, comercio, industria y recientemente (25 años) explotación mineral y petrolera.
Un segundo elemento importante y en paralelo en materia ecológica, es el crecimiento poblacional al que el país ha sido expuesto, tanto a nivel rural como urbano. Este crecimiento desordenado, desinformado y carente de las necesidades básicas de toda persona (salud, educación, agua, drenajes, trabajo) y en especial el reconocimiento de una vida digna, provocó que los sistemas de desarrollo interno fueran olvidados, y luego de algunos años, el rezago es tan grande que aunque todos los esfuerzos sean valederos, pareciera que le costará mucho tiempo, esfuerzo y recursos a nuestra Guatemala, alcanzar un nivel mínimo de condiciones de desarrollo, evitando con ello el crecimiento de la pobreza. No podemos olvidar tampoco a las corporaciones o empresas, que sin conciencia ecológica alguna, han contaminado ríos y lagos, sin monitoreo o castigo de las autoridades correspondientes (salud, medio ambiente, justicia, etc.).
Estos dos aspectos, situaciones o realidades de nuestro país, han tenido un terrible desenlace para Guatemala en materia medioambiental, al haber sido ineficaces nuestras autoridades gubernamentales, en trasladar una conciencia ecológica sostenible, que lograra balancear esos grandes e importantes aspectos para el país y por ende hasta la presente fecha no ha sido posible alcanzar ese equilibrio que diera la mano a los inversionistas industriales, comerciales e inclusive ecológicos, para que pudieran incidir en una sociedad que desconocía, y que aún desconoce el tesoro tan preciado y necesario que tenemos. Pero aún no es tarde, esa conciencia aún puede crearse, formarse y mantenerse, pero definitivamente deben involucrarse estrategias como el reciclaje, el control gubernamental sobre fábricas y empresas, así como campañas de sensibilización, no sólo culturales, sino destinadas a reconocer la importancia de un sistema ambiental sano.
Si la cultura ecológica, como política de Estado no se crea y promueve, no se podrá generar una conciencia para los presentes y futuros ciudadanos, que podrán reconocer solamente, salvo en fotos o videos, las grandes laderas, los bosques llenos de árboles, los lagos cristalinos y los ríos caudalosos, entre otros múltiples y grandes piezas valiosas de la naturaleza del planeta y que en Guatemala abundan, por el momento.
Tan sólo hace 20 años nadie hubiera pensado que para tomar agua había que comprarla empaquetada. Ni que existieran cámaras de oxígeno como las que hay en ciudades como México y Europa. Si no contamos con esa concientización, ni esa cultura ecológica… ¿hasta dónde verdaderamente llegaremos?