Eduardo Blandón
No sé cuántos de mis lectores sean aficionados a la lectura religiosa, pero, aunque el número sea limitado, una introducción en este tipo de materia no hará mal a quien se empeñe en el género. Es más, quizá tenga el valor agregado de incrementar el acervo en un tópico que para algunos es pasado de moda y arcaico.
De Patrología, como el caso de las disciplinas en general, se ha escrito mucho. Recientemente, por ejemplo, he visitado la librería y me he encontrado con unos cien textos que están alrededor del tema. Los libros van desde introducciones generales (este de Viciano es uno de ellos), pasando por estudios profundos y complejos, hasta llegar a presentaciones de las obras escritas por los Padres de la Iglesia.
De modo que si uno se toma a pecho el estudio de ésta, que es una materia que la «Ratio Studiorum» sugiere para los que se forman en el sacerdocio, tendría mucho por donde entretenerse. Basta una aproximación exhaustiva a los escritos de los Padres Apostólicos para que los demonios nocturnos se tomen vacaciones y no perturben la paz de quien se apasiona en el estudio.
¿Quiénes son esos Padres de quien habla Viciano? Son, explica, los receptores de la Tradición bíblica y los «autores y exponentes de una Tradición «constitutiva», la cual se tratará de conservar y explicar continuamente en épocas posteriores». El concepto está ligado al grupo de seguidores de Cristo que vivieron en la época «posapostólica» hasta el siglo VIII más o menos.
Además, se llama «Padres de la Iglesia» a aquellos cuyos escritos permiten conocer no sólo la praxis eclesial de los primeros siglos, sino la visión, ideas, conceptos y creencias de esos primeros pastores. Aunque no todos fueron curas, como fue el caso de san Justino y otros más, de quienes conocemos algo de sus vidas a través de sus hagiografías.
Esta «tradición» heredada por los Padres, difiere de la tradición esotérica de los gnósticos que decían haber recibido enseñanzas secretas de parte de los Apóstoles, «porque la Tradición que viene de Dios es abierta y dirigida a todos los hombres, como lo expresa Clemente de Alejandría». Esto es, los escritos fueron expuestos para el aprovechamiento espiritual o pastoral de todos, no sólo para unos cuantos iniciados y con conocimientos especiales.
La Patrología distingue entre Padres Latinos, Griegos y Orientales. Aunque también existen subdivisiones como «Padres pre-nicenos» y «Padres post-nicenos según se encuentren cronológicamente hablando, antes o después del Concilio de Nicea del 325. Otras veces se encuentran diferencias más específicas que atañen al género literario, como Padres Apostólicos, Padres Apologistas, Padres Capadocios, Padres del Desierto.
El texto define como «Padres Apostólicos» a los escritores que se presentan como un nexo entre la época bíblica y la época patrística propiamente dicha. Es decir, Padre Apostólico es uno que vivió (y conoció, como fue el caso de algunos) cerca de los apóstoles. Se da el caso de San Clemente Romano -Papa y mártir- que parece haber conocido a san Pedro y a san Pablo.
Padres Apologistas son los que respondieron por escrito a las acusaciones contra el Cristianismo y acudieron en su defensa contra los paganos o contra los herejes. Estos padres fueron los mejores exponentes del pensamiento filosófico cristiano de los primeros siglos. Se da el caso de Justino y Tertuliano quienes tenían colmillo para defenderse de los ataques de los intelectuales de la época y de los mismos emperadores.
La denominación «Padres Capadocios» se circunscribe a sólo tres autores de la Capadocia (en la actual Turquía) vinculados entre sí por el parentesco de sangre y por la amistad. Estos son: Gregorio de Nisa y Nacianceno y Basilio. Los tres fueron eminencias y desarrollaron una propuesta teológica relevante para el momento en que vivieron. Incluso uno de ellos es recordado por haber escrito una «regla» y fundado una especie de orden religiosa.
Por último reconocemos como «Padres del Desierto» a aquellos monjes que por sí mismos o por medio de otros escritores hicieron llegar su enseñanza centrada principalmente en la espiritualidad y que constituyeron la base del monacato cristiano. El monacato no es creación original del cristianismo, pero desarrollaron estilos de vida que serían hitos en cuando al seguimiento radical de Dios.
Entre los Padres Apostólicos hoy se reconocen entre ellos a: San Clemente Romano, San Ignacio de Antioquía, San Policarpo de Esmirna, Papías de Hierápolis, Carta del Pseudo Bernabé, Hermas y Epístola a Diogneto. Por su contenido y expresión muestran íntima relación con las Sagradas Escrituras y sobre todo con las cartas de los Apóstoles.
Sus obras están redactadas en griego como las Sagradas Escrituras y no en el griego clásico del resto de los Padres orientales. Otra de las características de estos escritos es que habitualmente su contenido no es de elevada elaboración teológica, sino de tipo pastoral: son recomendaciones a las comunidades y ánimos para continuar la vida cristiana.
A continuación las características más notables: usan, en general, el género literario epistolar; enseñan la magnificencia de la obra salvífica de Cristo; enseñan la obediencia en la fe y la caridad a los propios obispos, profetas, presbíteros, diáconos y catequistas;  manifiestan la existencia de una jerarquía perfectamente organizada en la Iglesia de su época; importancia del carácter escatológico: la segunda Venida de Cristo es inminente; advierten contra el grave pecado de la herejía y el cisma; nostalgia de Cristo que ya se fue y todavía no retorna y, por último, presentan en general una doctrina de Cristo bastante uniforme: Hijo de Dios, preexistente al mundo y que participó en la obra de la Redención.
Para Albert Viciano, a pesar de la simplicidad y sencillez, los escritos de los padres tienen un valor extraordinario «por ser los testimonios más antiguos de la tradición en materia de fe».Â
Estas son algunas de las ideas desarrolladas por el autor que convierten el libro en obra obligada para entender la visión de la Iglesia Católica de los Padres de la Iglesia y su influencia en el imaginario del mundo de creyentes. Puede adquirirlo en Librería Loyola.