Para quienes celebramos a la Universidad de San Carlos fuera de sus muros y la sufrimos en sus entrañas, nos llena de júbilo que uno de sus profesores, Rogelio Salazar de León, obtuviera el Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo 2006. Lejos del afán de integrarse al sistema de preseas y castigos que rodea a la labor literaria, Rogelio abandonó los códigos legales por amor al saber, una búsqueda que requiere de gran valentía y una paradoja que sólo puede formularse con lucidez.
La obtención del Premio Monteforte es el acontecimiento literario más relevante en nuestro país. La obra galardonada, Legajo anudado, ofrece una singularidad temática y estilística al refundir la reflexión filosófica con el discurso literario, unidad que se perdió con la invención de la universidad moderna de corte napoleónico que fraccionó el conocimiento en parcelas, en su afán de certificar las profesiones. En esta época de nutridos desalientos, Rogelio vislumbra una nueva fórmula, potente, que integre los conocimientos técnicos en la literatura, el primer arte de la escritura.
La novela galardonada recrea la época crucial en que Nietzsche se convierte en filósofo. Este esfuerzo aborda a uno de los pensadores más relevantes pero a la vez menos comprendido, quien pidió manumitirnos del esclavismo moral para no anhelar del cielo lo que podemos encontrar en el mundo real. Si esto requiere ser fieles a la tierra, Rogelio Salazar ha sido leal al apartarse del mundo de las apariencias y ahora cifra sus empeños en las aulas de nuestra Alma Máter, que no principia por decidir su reforma, la cual principiaría por pensarse a sí misma.
La posibilidad de transformación, de renovación intelectual, nos llevó a apoyar la candidatura rectoral del licenciado Estuardo Gálvez Barrios. En el laberinto burocrático en que se convirtió nuestra universidad, necesitamos de un nuevo dédalo, un descifrador de las claves de un inmovilismo que no se resuelve con medidas administrativas sino con un cambio de mentalidad. Esto necesita lealtad con la misión sancarlina, compromiso que Rogelio ha asumido con rigor y tenacidad. En especial, porque proyecta su pensamiento en el Periódico de la USAC, un dato que el escritor galardonado destaca de su hoja de vida y nos dignifica a quienes hemos colaborado con ese medio.
Ojalá el licenciado Gálvez Barrios reconozca este logro y sea el portavoz de nuestra alegría. Si hago pública esta petición es por la postura realista y equilibrada de Rogelio Salazar, quien afirmó en reciente entrevista: «Este premio no significa ningún cambio. Seguiré con las mismas preocupaciones que he tenido hasta ahora, a lo que me he dedicado siempre. A mí me gusta el anonimato». Es una modestia que sólo puede provenir de la lucidez, porque la modestia significa la comprensión de que no se puede penetrar en la esencia del universo, de que no existe yo alguno, sino una criatura de la historia del mundo. Es la modesta presuposición de una conjetura en voz de un joven Nietzsche. ¡Enhorabuena, Rogelio!