A quienes todavía dudan de la semejanza existente entre el nazismo hitleriano y la administración republicana del presidente Bush, es suficiente con recordarles que Goebbels basó propagandísticamente aquel oprobioso sistema en la mentira: miente, miente, que algo queda, solía decir.
A partir del 11 de septiembre de 2001 ?y aún antes?la extrema derecha republicana en la Casa Blanca hizo de la mentira el principal instrumento de su política interior y exterior. En lo de la guerra de agresión y ocupación a Irak, engañó a la opinión pública internacional y a sus aliados más incondicionales; les mintió a los estadounidenses en forma descarada. Hay quienes de manera seria ponen en duda la versión oficial sobre los atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono.
La existencia de armas de destrucción masiva en poder de Hussein y los contactos del gobierno iraquí con Al Qaeda, fueron los pretextos esgrimidos por el Pentágono para invadir Irak. Ahora está suficientemente demostrado lo falaz de lo asegurado entonces. Las cosas, en efecto, nunca fueron como lo esgrimió el presidente Bush, su vicepresidente, la señora Rice y el ahora ya defenestrado Donald Rumsfeld y acusado ayer desde Alemania de crímenes de guerra.
Por su parte, los escándalos que han surgido en el tiempo más reciente no son sino propios de un sistema en descomposición, moralmente perturbador, en que se mezclan preferencias sexuales comprometedoras, la corrupción, el tráfico de influencias y el lobysmo como empresa de gestión en el manejo de la cosa pública. Privilegiar la mentira para alcanzar a toda costa lo que alguien se propone e incurrir en cualquier forma de corrupción personal o institucional, no se da por casualidad. Corresponde a formas de proceder de quienes echan por la borda elementales normas de ética y solvencia e integridad personal.
A ello cabe agregar que la administración republicana ha llegado a incurrir en graves errores en lo político y militar, y son de tal gravedad dado que los cometen quienes están al frente del gobierno de la potencia militar más poderosa del planeta en el momento actual. En una situación así, no sorprenden los resultados de las elecciones de medio período en Estados Unidos aunque antes de que tuvieran lugar no fuera fácil prever la magnitud que llegaron a tener.
En el mejor de los escenarios, la derrota de los republicanos es aplastante. Con ello, se está ante el principio del fin de su predominio por doce años en la Cámara de Representantes, en el Senado y a nivel de gobernadores. Además, una sucesión demócrata en el Ejecutivo a dos años plazo, es una posibilidad real. Lo que hay que evitar es incurrir en un exagerado optimismo y subestimar los muchos recursos de que dispone la Casa Blanca para autoengañarse con sus mentiras y solapar las corruptelas. La prepotencia y terquedad en no reconocer los errores cometidos y enderezar el rumbo de su gestión, son algunos de sus rasgos distintivos principales. Los demócratas, por su parte, una cosa es lo que dicen durante las campañas por el voto y otra diferente lo que podrían hacer en la situación relativamente ventajosa en que quedan a partir del 7 de noviembre.
Como ya queda dicho, el desencadenamiento de la guerra contra Irak hace tres años ocho meses, se montó sobre la base de las más burdas patrañas. La ocupación del territorio iraquí por parte de las tropas estadounidenses empantanó a la administración republicana en el terreno militar y en lo político y diplomático. Sus reveses y derrotas son apabullantes.
Con la muerte de dos soldados estadounidenses este lunes y los cuatro de ayer martes, el número de bajas de los ocupantes estadounidenses a partir del 20 de marzo de 2003, asciende a 2 mil 854. Son ya unos 21 mil 500 los heridos. Las deserciones son de lo más frecuentes. Por su parte, el gobierno iraquí reconoce que desde el inicio de la guerra, los iraquíes muertos suman más 150 mil. Todo indica, entonces, que el gobierno estadounidense está metido en un hoyo del que conforme pasan los días le es más difícil salir y se aleja cada vez más la posibilidad de alcanzar su tan pregonada e ilusoria victoria.
Luego de los resultados de las elecciones del 7 de noviembre ?aunque no hay que crearse falsas expectativas y equivocarse al momento de visualizar lo que puede acontecer en Estados Unidos en los dos próximos años y a partir del 2008?, el momento parece haber llegado para que empiece a concretarse la cada vez más amplia exigencia por la retirada de las tropas de ocupación del territorio iraquí. Vamos a ver si los demócratas lo consiguen.
El martes de la semana pasada, la extrema derecha republicana fue derrotada en las urnas. Queda por saber si los demócratas obtuvieron la victoria. A mi entender, uno y otro partido son casi lo mismo. Presupuestar que se den cambios de fondo al interior de Estados Unidos y en su política exterior, es muy difícil; cambios de forma, talvez.