Al oí­do de los candidatos


El año electoral se inicia en tres dí­as, en Mayo la Convocatoria a elecciones, luego la inscripción de candidatos para llegar con el mes de septiembre a la llamad primera vuelta electoral. Volveremos a oí­r las canciones, a vivir la repartición de calendarios, camisetas y gorros con signos y nombres partidarios conocidos y desconocidos, piedras pintadas a lo largo de los caminos y carteles de cuerpo entero con figuras sonrientes o de rostro severo.

Mario Castejón

Es la misma factura de hace cuatro, de ocho y de doce años atrás, las señales de una democracia en pañales en donde lo único que cambia son las caras y los nombres; esto no siempre es así­, detrás se encuentran muchos de los mismos, esos rostros sempiternos que ya visitaron a sus financistas y aprovechados compartiendo el botí­n. Diputados que hicieron el Congreso fuente permanente de enriquecimiento y prebendas, licenciados con tí­tulos inexistentes, congresistas casi vitalicios que arrastran tres periodos de estar pegados a la ubre del Estado, algunos de ellos seriamente cuestionados por su vinculación con el crimen organizado volverán a presentarse como salvadores de la Patria, y la justificación a su elección es que «son populares en sus pueblos». La música de fondo y las promesas de fiscalizar al gobierno y luchar contra la corrupción vuelve a escucharse como la unión justificante para estar en el Organismo Legislativo. La ponencia de Leyes de beneficio colectivo brilla por su ausencia y lo más osado que van a realizar esos arriesgados patriotas, será interpelar algún funcionario o Ministro asustado, que no compagino con sus intereses partidarios.

Contrastando con ese concierto de notas grotescas, en el paí­s todo sigue casi igual, el fantasma de la pobreza y sus consecuencias continua esperando a las nuevas promesas electorales. La pobreza y la marginación, los faltantes de educación básica, la salud que brilla por su ausencia sumado a la falta de oportunidades son los eternos compañeros de ruta. No es necesario exprimirse demasiado el seso para darse cuenta en donde está la falla tectónica de este terremoto permanente. Se impide a los pobres su acceso a los servicios básicos desde la raí­z, al no tener acceso a los mercados de trabajo y con esto se aleja las posibilidades de educación, salud y vivienda, porque no hay cómo pagarla, es el sello infaltable en un paí­s tercer o cuarto mundista.

Los Estados, los Gobiernos, aún en su corto transito estos últimos, tienen la obligación de trabajar para crear un entorno que conduzca al bienestar público, y al decir trabajar no estoy pensando en los parches que constantemente se pegan al cuerpo enfermo sino en algo permanente que vaya estableciendo una base sólida. La intricada red de relaciones de poder en la esfera polí­tica, económica y social es parte de un callejón sin salida en donde hay que intentar avanzar como en un océano sin cartas de navegación.

En estos dí­as de fiestas, de relajación, de apertura a sentimientos elevados los que formamos parte de la socorrida clase media en sus diferentes estratos no podemos dejar de voltear los ojos con insistencia hacia los pobres sintiendo muchas veces el aguijón de los sentimientos de culpa ante la impotencia. Señalo a la clase media porque es en ese sector, el mismo que debe ensancharse en la pirámide social, en donde por cercaní­a brotan los sentimientos de solidaridad hacia los más necesitados. Con esto, además de las consabidas presiones económicas sobre la clase media también surgen las presiones emocionales ante la pobreza, la marginación y la falta de oportunidades de los que viven en su entorno cercano.

Leí­ de una funcionaria de las Naciones Unidas algo que repito textual: «Percibimos la pobreza a menudo como una situación lamentable pero accidental o como consecuencia inevitable de decisiones y acontecimientos que ocurren en otras partes, o incluso como responsabilidad exclusiva de quienes la sufren». Todos los Paí­ses han ratificado al menos uno de los siete Tratados Internacionales fundamentales sobre derechos humanos, dentro de los cuales están por supuesto aquellos que niega la pobreza extrema. La comunidad mundial ha suscrito los objetivos de Desarrollo del Milenio y por supuesto Guatemala también suscribimos todos los Tratados existentes que no cumplimos y poseemos todas las estadí­sticas imaginables basadas en datos faltos. Los objetivos de desarrollo del milenio concretan los esfuerzos internacionales para erradicar la pobreza y la marginación y la Cumbre Mundial del 2005 que por supuesto nosotros signamos reiteró dichos compromisos.

Es mentira que las limitaciones existentes impidan a nuestros Gobiernos hacer algo al corto plazo para luchar contra la pobreza. Se puede poner fin a la discriminación en el mercado laboral particularmente a las mujeres. Medidas efectivas para reducir la mortalidad infantil que signifiquen al menos subsidios alimenticios permanentes, si es que no se puede aspirar de inmediato a ingresos familiares suficientes para costearse los alimentos de alto valor biológico; vigilancia epidemiológica de la niñez particularmente del estado nutricional en áreas geográficas especí­ficas. Monitoreo de las mujeres embarazadas con posibles complicaciones. Además de esto, el tema crucial para el agro guatemalteco: Exigir a los Paí­ses desarrollados la eliminación de las llamadas «salvaguardas agrí­colas», subsidios y aranceles que protegen a sus agricultores, que hacen que bajen los precios de sus productos en el mercado e impidan que nuestros productos agrí­colas no puedan competir en un mundo globalizado y así­ se aumenta la pobreza en las áreas rurales.

El Banco Mundial señala que los paí­ses ricos gastan 280 millones de dólares o sea 45 veces el presupuesto anual de Guatemala en subsidios para los agricultores, la mayorí­a en los Estados Unidos de América. La pobreza y el hambre van de la mano por el mundo, la libertad y la seguridad no caminan a la par de ellas, una de cada siete personas es un pobre de solemnidad que nada sabe de la libertad ni siquiera la intuye. Hace algún tiempo le oí­ decir a una gran mujer: «Todos tenemos un reto para hacer de este mundo un lugar mejor, exigimos comercio con justicia, la pobreza no cae del cielo».