Este comentario lo escribo finalizando el año 2007, por lo que aprovecho para desearle a los amables lectores que Nuestro Señor bendiga su hogar con mucha prosperidad, felicidad y paz. Eso mismo deseo para nuestra querida Guatemala, aunque nuestros futuros dirigentes hasta el momento no hayan sabido o podido plantear un programa claramente definido de lo que van hacer para aclarar el panorama tan incierto y nebuloso tanto en lo político, económico y social. ¿Que cómo lo ve el optimista?, pues no tengo duda que su fe está puesta en los futuros funcionarios, legisladores y jueces para enderezar el equivocado rumbo que habíamos tomado. ¿Y cómo lo ve el pesimista?, pues que Colom y Espada van a ser un desastre y que si la cosa venía mal, en el futuro va a ser peor.
Hasta ahora, venía adoptando la postura de Santo Tomás «hasta no ver no creer» pero, resulta obligatorio opinar con tristeza que cuando los electos en vez de anunciar cómo y quiénes van a brindar la tan ansiada seguridad ciudadana, por ejemplo, informan en la reciente reunión celebrada con asesores técnico-económicos y representantes de organismos internacionales en materia financiera y social en nuestro país, de quién de manera inusual va a ser el poder detrás del trono los próximos cuatro años, ya que será la esposa del presidente Colom, quien dirigirá el «Consejo de Cohesión Social», encargado de la inversión y gasto público a las áreas más pobres. En otras palabras, aquellos funcionarios de la talla del presidente del Banco Central, el ministro de Economía, el de Finanzas o el secretario de Planificación pasarán a segundo plano. Se confirma que será doña Sandra con todo y su consejo integrado con los ministros acólitos de Salud y Educación la que llevará las riendas del pisto en el país.
Doña Nineth Montenegro fue la primera en pegar el grito al cielo aduciendo con buen criterio: «no es lo ideal, porque se le está dando poder a una persona que no fue electa popularmente» y siguió manifestando: «creo que la esposa del presidente no debería de tener funciones» (entiendo que se refiere a las del Estado), para luego concluir, «-ella sólo debe dar acompañamiento y apoyo moral al mandatario». No me cabe ninguna duda que en todo el mundo la democracia está cambiando. Nada extraño sería que más adelante pudiéramos contar no una, sino hasta dos ex primeras damas de candidatas presidenciales, aunque lo más preocupante de la decisión tomada en un asunto de tanta importancia, radica en el criterio de cómo se vaya a emplear y la transparencia con que se utilizarán unilateralmente 20 millardos de quetzales de fondos públicos. ¿Será posible que aquellos funcionarios de primer nivel no vayan a poder siquiera sugerir su destino? O ¿el poder tras el trono siempre va a ser el que tenga la última palabra?