Al menos 13 personas, seis militares y siete civiles, entre ellos niños, murieron hoy en un nuevo atentado suicida con carro-bomba perpetrado por los talibanes contra un autobús del Ejército en Kabul.
El balance anterior de 16 muertos fue revisado a la baja por el portavoz del ministerio de Defensa, el general Mohamad Zahid Azimi.
El número de víctimas está siendo difícil de precisar porque los cadáveres quedaron despedazados. Además, algunos heridos se debatían entre la vida y la muerte.
Así, otro responsable del ministerio de Defensa hablaba de al menos 20 muertos, niños en su mayoría.
La calle del sur de la capital afgana donde tuvo lugar el atentado, una zona muy frecuentada durante la mañana, quedó cubierta de miembros y trozos de carne, según un testigo, Akbari Sarwar, que describió la explosión como «muy potente».
El autobús del Ejército quedó reducido a un montón de hierros, con agujeros en el techo y los laterales.
«Al menos 17 heridos fueron transportados al hospital, entre ellos varios niños», afirmó un portavoz del ministerio de Sanidad, Abdula Fahim, y precisó que por lo menos cuatro adolescentes figuraban entre los civiles fallecidos.
Ayer, otro kamikaze al volante de un carro-bomba no dio en el blanco, un convoy de la ISAF, y dejó 22 heridos entre los transeúntes afganos.
La ISAF es la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) desplegada en Afganistán.
Al igual que el martes, el atentado del miércoles fue reivindicado en seguida, mediante llamada telefónica por un portavoz de los talibanes, Zabihula Muhajed, que alabó la acción del kamikaze y aseguró que costó la vida a «numerosos soldados».
La capital afgana, que sin embargo se encontraba sometida a un dispositivo de muy alta seguridad, está sufriendo en los últimos meses un recrudecimiento sin precedentes de este tipo de ataques reivindicados de forma casi sistemática por los rebeldes talibanes.
El Ejército y la policía afgana, también los soldados de las fuerzas internacionales, son blancos privilegiados de los kamikazes, pero las primeras víctimas son los civiles de los alrededores.
El atentado del miércoles se produjo cuando el secretario norteamericano de Defensa, Robert Gates, partía de Afganistán tras una visita sorpresa de dos días a Kabul, donde dijo que le «inquieta» el repunte del activismo de los insurgentes islamistas.
Antes de terminar, este año 2007 ya ha batido todos los récords en materia de violencia, en especial por el número impresionante de atentados y sobre todo los suicidas –más de 140 en lo que va de año–.
Los talibanes, en el poder de 1996 a 2001, fueron expulsados por una coalición internacional dirigida por Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. El Gobierno norteamericano los acusa de haber cobijado a Al Qaida y a su jefe, Osama Bin Laden.
Cerca de 6.000 personas murieron en 2007 víctimas de la violencia en Afganistán.
Según cifras imposibles de comprobar facilitadas por el Gobierno y las fuerzas extranjeras, se trata de rebeldes fundamentalistas en su mayoría. Pero también entre las víctimas figuran un millar de soldados y policías afganos y más de 200 extranjeros, sin contar los innumerables civiles atrapados en tenaza por los dos campos.