A título de resonancia universal y por ende con gran poder, la Navidad es justo la palanca que mueve y en consecuencia motiva corazones. Por lo tanto, al menos durante tan emblemática fecha es notorio percibir con efusión ese cambio positivo. Impele a compartir llenos de entusiasmo enardecido algo que se posee, tal vez en sitios recónditos.
La rutina cotidiana enrola sin excepción a exhibir expresiones conductuales de poca monta. Nada fuera de ese contexto sucede en este ámbito lejano a representar páginas rebosantes de valores valores humanos. Bajo el acoso maléfico que envuelve por doquier, proveniente de villanos en gran medida, solo resta cifrar ilusiones en el aire de mejoría.
Eso mismo responde a un doble discurso, pero dado a conocer con premura en dirección significativa; es también el otro rostro personal, al impulso de tan imponderable muestra espiritual. Hace realidad dicho binomio contenido en los seres, tocante a convivir al influjo de torrentes de bondad, en unión gratísima familiar, de amistades y tanto más.
En la proximidad refulgente de las Pascuas de Navidad, el género humano se convierte en un rol de más humano. No es calificativo entonces de asombro, antes bien es resultante de la dicha que contiene en su interior y pretende con ansias compartir. Endereza su nave directo a llevar en sus alforjas consuelo, amor y donativos a indigentes y ancianos.
Visitas aunque quizá una vez, satisface a plenitud a connacionales en lamentable situación de indigencia, quienes agradecidos en forma superlativa, sienten de verdad su agradecimiento. Algunas veces bañados en lágrimas y nudo en la garganta evocan su niñez, o en el mejor de los casos, cuando la suerte y el destino les prodigaba una vida mejor.
El caso en las mismas direcciones suele precisamente gozar de protagonismo genuino, emanado de entidades dispuestas a dar un poco de lo mucho que tienen. Sean eventos públicos de atractivo espectacular, momentos de naturaleza simbólica de sensibilidad social, o algo más. Alegría contagiosa de extremo a extremo, que ensancha el palpitar del alma.
Por consiguiente, a simple vista asumimos de inmediato el hecho positivo consistente en que fácil resulta cambiar lo usual, rutinario e intrascendente por lo positivo, valedero en demasía. En otra línea de pensamientos, sacar a la luz el lado bueno y humano que llevamos dentro consiste en representar bajo exaltación sólida actitudes dignas de elogio.
Reitero, referente a las visitas anuales, en días transformadas por la Navidad, es el mejor homenaje a Jesús hecho hombre, que significa traspasar los umbrales de asilos de ancianos. Faltos de pilares sanguíneos, de salud en sus años otoñales, de duro itinerario por diversas causas, vuelven a vivir instantes que añoran en medio de nostalgia.
Una de las etapas merecedoras de ser favorecidos de un regalo, viene a ser la niñez, con sus variantes de ubicación social. Ubicados en familias con recursos, gozan a raudales. En tanto quienes lo están en grupos de pobreza y extrema pobreza, ausentes en su mayoría de sentir el gozo Navideño, reciben éste de eventos benéficos loables.
Es de suma importancia y trascendencia simultáneas, mencionar como el arte musical conlleva mensajes elocuentes que provocan sentimientos sublimes durante la Pascua decembrina. A ello se suma también el teatro en condición de gratuito en ambientes ex profeso. Trasmite situaciones ligadas al sentimiento humano, cuyo mejor lenguaje es el teatro.
Si acoto en el titular de la presente columna, se debe a una realidad imperante todo el año. Por lo tanto ese intermezzo que deviene de elementos prestigiosos da otra connotación al menos, repito, durante la época Navideña, tan deseada por la generalidad de la población. A manera inclusive de un oasis en el desierto cotidiano del diario vivir.