Al Gore: El ataque contra la razón.


Eduardo Blandón

Cómo la polí­tica del miedo, el secretismo y la fe ciega erosionan la democracia y ponen en peligro a Estados Unidos y al mundo.


Entre tantos libros que ofrecen las librerí­as, pocas veces se puede tener la suerte de encontrar algo bueno. Este es el texto de la esperanza realizada. El apasionado Gore nos presenta un trabajo lí­mpido, directo y crí­tico en vistas a la reflexión general y la superación de los problemas de su paí­s. «El ataque contra la razón» desborda pasión como resultado de un amor singular a la tierra que respeta y desea para sus hijos. Pero este mismo sentimiento sitúa a Gore en una actitud opuesta a la del espectador pasivo y desinteresado, en él hay protagonismo, acciones, crí­ticas, examen. El amor del ex Vicepresidente de los Estados Unidos pasa por la capacidad de juicio que busca luz en las tinieblas y verdad en lugar de falsedad.

El autor escribe desde la frustración de un paí­s al que ama y ve naufragar a la deriva a causa de corrientes malsanas. Es Bush el leitmotiv del libro, el causante de los males que consumen la realidad americana. George Bush es pintado como aprendiz de tirano, mentiroso, codicioso y, sin duda, con capacidad casi infinita para, por cualquier medio, alcanzar sus propios fines.

Pero Gore jamás habla mal de su paí­s. Hay en el libro un amor tierno hacia esa nación en el que brilla, según él, la justicia, la paz y, sobre todo, la libertad. Es casi un paraí­so construido sabiamente por sus fundadores. Gore no deja de alabar a los polí­ticos que dieron nacimiento a su tierra y los cita constantemente.

Para el polí­tico, lo que hizo Bush fue alejarse completamente del sueño americano de esos hombres justos que pusieron los pilares de los Estados Unidos. Se puede decir que sus polí­ticas estuvieron en las antí­podas de Washington, Lincoln, Jefferson, etc. Fue un gobierno, insiste, fundado en la mentira y la violación a los derechos fundamentales.

Bush fue una especie de plaga con capacidad semiinfinita para devastar los campos fértiles del paí­s: inventó guerras sin causa, mintió, violó las leyes, se adjudicó poderes cuasi dictatoriales y manipuló a su gusto y antojo. Al final, Al Gore deja la sensación de que nunca hubo un presidente peor de los Estados Unidos.

Sin embargo, en la obra no sólo hay crí­tica (a veces demasiado sectarias, polí­ticas y viscerales), sino también un llamado de atención para que los ciudadanos se despierten y se aviven. Lamenta cómo sus compatriotas, por ejemplo, aún siguen creyendo que la guerra contra Sadam Hussein era justa. En realidad, dice, la gente es corresponsable de los desmanes de Bush por su autocomplacencia y ceguera.

Gore considera que el daltonismo polí­tico de sus compatriotas se debe no sólo a la falta de ejercicio mental de sus paisanos, sino también a una prensa que sólo persigue fines de lucro. En realidad los medios en general han embotado la mente de la gente y tantas horas sentadas frente a la televisión ha provocado un sopor peligroso para los intereses del paí­s. «Al principio, pensé que la cobertura exhaustiva e interminable (por ejemplo) del juicio de O.J. Simpson era un exceso desafortunado, una desagradable desviación del buen gusto y juicio de nuestros medios informativos de la televisión. Ahora sabemos que solo fue el primer ejemplo de una nueva pauta de una serie de obsesiones múltiples que de vez en cuando se apoderan de los medios de comunicación.

Y mientras los telespectadores estadounidenses dedicaban cien millones de horas de su vida cada semana a estas y otras historias similares, nuestro paí­s estaba tomando sin hacer ruido lo que los historiadores futuros describirán como una serie de decisiones catastróficas sobre la guerra y la paz, el clima global y la supervivencia humana, la libertad, la barbarie, la justicia y la imparcialidad».

Frente a tanta tendencia esclavizadora, el polí­tico de la administración Clinton propone más lectura, escepticismo y participación polí­tica. Al final, dice, debe construirse un contra discurso que desmienta las supercherí­as creada por los poderosos. Da la impresión de que se tratara de una lucha sin cuartel entre los grandes del sistema y los individuos agrupados que hacen frente a los desafí­os.

Se necesita llenar el vací­o de los profetas que han claudicado, urge la denuncia, se impone la reflexión. Sólo este es el camino, insiste. La prensa que un dí­a tuvo este papel, que eran portavoces de los intereses populares, sirven al nuevo capital, los poderosos se han tomado las salas de redacción, critica.

«Las divisiones de informativos, que eran consideradas al servicio del interés público y estaban subvencionadas por el resto de la cadena, se consideran ahora centros de obtención de ganancias, pensados para generar ingresos y, a veces, para llevar a la práctica los propósitos particulares de la corporación a la que pertenecen. Tienen menos reporteros, menos reportajes, presupuestos inferiores, menos desplazamientos, menos oficinas, menos independencia de criterio, más vulnerabilidad a la influencia de los directivos, y más dependencia de fuentes gubernamentales y notas de prensa de relaciones públicas enlatadas».

Para tener una idea del libro, los capí­tulos abordados son los siguientes: 1. La polí­tica del miedo; 2. Ofuscar a los fieles; 3. La polí­tica de la riqueza; 4. Las mentiras útiles; 5. El ataque contra el individuo; 6. Inseguridad nacional; 7. La crisis del carbono; 8. La democracia en juego; y, 9. Una ciudadaní­a bien conectada.

Como Gore es un experto en el tema ecológico, escribe de la manipulación de los cientí­ficos para edificar mundos inexistentes. Se trata, en realidad, de mercenarios del pensamiento que, al servicio de la riqueza de los grandes emporios, son capaces de construir paisajes imaginarios y suavizar las adversidades al que, por ejemplo, las petroleras exponen a la humanidad. «Pese a la claridad de los datos al alcance de todos, todaví­a hay mucha gente que no se cree que el calentamiento global sea un problema, y no me extraña, porque son ví­ctimas de una campaña gigantesca y bien orquestada de desinformación fomentada por la administración Bush y sufragada sin reparar en gastos por una serie de contaminadores cuyo firme propósito es impedir cualquier medida encaminada a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (causantes del calentamiento global) por miedo a ver reducidos sus beneficios el dí­a en que ya no puedan verter tanta contaminación en la atmósfera.

Varios ideólogos ricos de derechas se han juntado con las empresas más cí­nicas e irresponsables de los sectores del petróleo, el carbón y la minerí­a para aportar grandes sumas de dinero a la financiación de grupos pseudocientí­ficos cuya especialidad es sembrar la confusión en la opinión pública acerca del calentamiento global. Uno tras otros, sus engañosos «informes» pretenden hacernos creer que en el seno de la comunidad cientí­fica autorizada existen discrepancias importantes sobre temas en los que lo cierto es que impera un consenso muy amplio».

El libro de Gore es revelador y valioso a la vez, en virtud que quien lo escribe conoce bien la cosa pública de ese paí­s y su amor va más allá de una comprensión romántica. Por estas razones lo recomiendo. Puede solicitarlo en Librerí­a Loyola.