Al fin, ambientes libres de humo de tabaco


Hace un par de semanas asistí­ a los funerales de un amigo en Capillas Señoriales, pero sólo pude permanecer media hora en el ambiente donde se velaba el cadáver, a causa de que muchos de los asistentes se dedicaban a fumar ansiosamente, expeliendo humo de tabaco a su alrededor.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Jóvenes barbilampiños, adultos de la segunda y tercera edades, lánguidas señoritas y robustas señoras encendí­an sus cigarrillos, aspiraban el cancerí­geno humo, lo expulsaban de sus pulmones y cuando consumí­an el cilindro de papel relleno de tabaco intentaban localizar un recipiente para botar las colillas, pero como no lo tení­an a la mano tiraban las chencas en el piso y las pisoteaban displicentemente.

Adosado en una pared, en un insignificante rótulo pude leer «Gracias por no fumar». Como no creo que las engalanadas mujeres y los encorbatados hombres ataviados de oscuro sean analfabetos ni miopes en extremo, como para no haberse percatado de esa leyenda de estéril agradecimiento, me asalta la fundada sospecha que tales fumadores carecen de mí­nima urbanidad y de la más rudimentaria consideración hacia sus semejantes.

Afortunadamente, cuando tenga que acudir nuevamente a capillas funerarias cuando fallezca un pariente o amigo -que espero que sea a larguí­simo plazo-, ya no tendré que sufrir las consecuencias del humo de cigarrillo que, según estudios cientí­ficos, contiene alrededor de 3 mil compuestos quí­micos que causan numerosas enfermedades, especialmente en los pulmones, el corazón, los órganos sexuales, el páncreas y el sistema digestivo, porque finalmente el Congreso de la República aprobó la ley que prohí­be fumar en lugares públicos cerrados o abiertos.

Con el sano y elogiable propósito de crear ambientes libres de humo de tabaco y erradicar el tabaquismo a causa de sus graves consecuencias para la salud, el Organismo Legislativo aprobó la normativa que prohí­be fumar en restaurantes, centros comerciales, clubes privados, instalaciones deportivas, elevadores, establecimientos educativos, lugares de empleo, transporte público, etc.

La aprobación de esa ley es consecuencia del tenaz trabajo de la diputada Zury Rí­os, quien tuvo que superar muchas dificultades para convencer a sus colegas congresistas para que la apoyaran en sus esfuerzos legislativos, de suerte que yo también valoro la decisión de todos los parlamentarios que votaron a favor de esa normativa.

Es que el tabaco de segunda mano es una de las primeras causas de cáncer del pulmón, y de ahí­ que anualmente mueren miles de fumadores pasivos, mientras que en Guatemala -como lo señalé en otro artí­culo- cada año fallecen 5 mil fumadores activos, o sea que hoy mismo están muriendo en el paí­s no menos de 13 adictos al cigarrillo.

(-Vendéme una cajetilla de cigarros -le dice Romualdo al chiclero de la esquina, quien replica: -Sólo vendo sueltos. Mi amigo repone: -Pues entonces ¡amarrálos!)