Al encuentro de una reforma fiscal


Se justifica si no sólo aborda el aumento de los ingresos para el Estado sino que la misma contenga normas estrictas para mejorar la calidad y la fiscalización del gasto público para obviar los fracasos de siempre.

Jorge Mario Diéguez Pilón, Cédula A 1, 103260 Guatemala.

La reforma hacendaria es fundamental para hacer posible la transformación o reforma fiscal, de ahí­ surge la necesidad de hacer un análisis del ingreso nacional, forma de conocer la capacidad tributaria de un paí­s y las fuentes de donde provienen las rentas de que se nutre el presupuesto público.

Tanto en el Banco de Guatemala como en la Secretarí­a de Planificación y de Programación de la Presidencia seguramente existen estudios de polí­tica fiscal y monetaria, de balanza de pagos, de comercio y producción, tanto del Gobierno como en el sector privado, inclusive análisis de las informaciones regulares de la Dirección General de Estadí­stica y de los ministerios de Economí­a y Agricultura y demás dependencias. O sea que material como punto de apoyo sí­ hay, lo que conviene es usarlos para mejorar los proyectos para orientar criterios que no destruyan las fuentes de trabajo.

Consideremos, por ejemplo, como ingreso nacional el conjunto y volumen de las actividades que se ejecutan en el paí­s entre las distintas comunidades que integran la sociedad, inclusive las del Estado, donde a precios reales y en moneda nacional se producen los ingresos del conjunto de individuos o empresas, mediante el trabajo intelectual o fí­sico en forma individual o colectiva que produce legalmente en el paí­s, y que los satisfactores se intercambian a lo largo y lo ancho del paí­s, a precios corrientes.

Es cierto que el impuesto es un ingreso de derecho público que decreta el Estado en ejercicio de su soberaní­a, con lo que se atiende a las necesidades del servicio de su conglomerado; pero es importante que como polí­tica social sea uno de sus objetivos el velar por la creación de pleno empleo, que es de donde se derivan la satisfacción del resto de las necesidades públicas como cultura, salud, transporte, vivienda, alimentación, vestuario, etcétera.

Es importante que se tomen en cuenta algunas posibilidades pertinentes que se conocerán si se hace un estudio adecuado y pueden orientar las leyes impositivas, en algunos casos, rebajar los tipos para aumentar la productividad e impulsar la creación de empresas; ir eliminando gradualmente gran parte de las deducciones, que incide positivamente en la competitividad de las empresas; combatir con eficiencia la evasión fiscal en beneficio de la equidad; y que el manejo de los recursos fiscales sea transparente, eficaz y austero. Este comportamiento permitirá seguramente definir un plan estratégico nacional, con aprobación mayoritaria, para salir paulatinamente de nuestro subdesarrollo social y económico.

Este paí­s necesita no apagar fuegos de un lugar que luego aparecen en otros, sino se debe buscar definiciones claras con vistas al futuro, preguntándonos si tenemos infraestructuras, el capital humano, el impulso inversor de capitales, para lograr ventajas competitivas en el mundo donde nos movemos. Estamos hablando, pues, de una reflexión profunda no de meras declaraciones de intenciones u objetivos a perseguir sin tener las herramientas adecuadas para los fines ideados.

Supuestamente tenemos expertos en muchas ramas, a ellos debemos acudir y olvidarnos de compadrazgos o compromisos adquiridos por la ayuda recibida que nos permitieron llegar a los puestos de mando.

La meta debe ser austeridad en el gasto, equilibrio presupuestario y eficacia en la gestión, que nos permitirán reducir impuestos y garantizar un desarrollo económico estable, para tener a las fuerzas vivas pujantes y con el pensamiento de crecer.