Al chorizo con el futbol


Oscar-Clemente-Marroquin

La podredumbre no es patrimonio de los polí­ticos sino que se encuentra regada por toda actividad humana, pero se exacerba en medios que escapan a los mecanismos más o menos normales de fiscalización. Lo que ha pasado con la FIFA en los últimos tiempos no puede ser sorpresa para nadie porque ese antro ha sido nido de trinquetes desde hace demasiado tiempo como para que la gente más o menos sensata del mundo no se percate de que allí­ se mueve pisto y no una pelota de futbol.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


En realidad pocos gremios tan podridos como el de la dirigencia deportiva y en esto sí­ que la generalización lejos de ser imperfecta viene a ser absolutamente perfecta porque una partida de individuos que navegan con bandera de filántropos que trabajan ad honórem, se enriquecen con el tráfico de influencias. Aparte de aquellos, como Rafael Salguero y sus colegas de la FIFA, que ganan jugosos sueldos y, además, se embolsan las mordidas y regalos que les hacen por el más pinche de los votos en el Comité Ejecutivo, donde se manejan los grandes negocios corporativos de esa entidad podrida hasta sus entrañas.
 
 Y serí­a malo que uno fuera comparsa de esa corruptela porque el paí­s tiene una estructura futbolí­stica competitiva que no sólo sirve para presumir internacionalmente sino que para entretener al público localmente. Pero con la babosa de futbol que tenemos nosotros no sólo es malo sino que es una gran vergí¼enza que sigamos siendo parte de esa podredumbre únicamente para que los Salguero y compañí­a sigan mamando y bebiendo leche, aun a costa de la vergí¼enza que sienten los otros millones de guatemaltecos que todaví­a tenemos el sentido masoquista de ver (o por lo menos espiar cambiando canales) los partidos de nuestra flamante selección nacional que es el mejor reflejo de lo que ha significado para nuestra sociedad ese mantener durante tantos años a la mitad de los niños en estado de desnutrición crónica, puesto que por lo visto de esa lastimosa mitad es de donde seleccionan a nuestros jugadores. Verlos el pasado juego contra los de Jamaica, corriendo como ratoncitos mal alimentados sin chance de alcanzar a las liebres, fue patético.
 
 Si Guatemala desiste de participar en torneos, para evitarse las vergí¼enzas que tenemos que sufrir cada vez que se inicia un “nuevo proceso”, nos tocarí­a sufrir la expulsión de la FIFA o por lo menos la suspensión temporal de ese organismo. En otras palabras, si se actuara lógica e inteligentemente, hasta tendrí­amos la suerte y bendición de apartarnos de esa caterva de ladrones que se han encargado de corromper hasta sus cimientos el que en un tiempo fue un deporte hermoso. Ciertamente sigue siendo un deporte popular porque la FIFA reinvierte parte de sus ingresos en la necesaria propaganda para evitar que a Blatter, Salguero y compañí­a se les reduzca la producción de la gallina de los huevos de oro y por eso inventan hasta seudotorneos como ese de la Copa Oro en donde nos pusieron una enorme vitrina para que luzcamos las carencias que tenemos.
 
 No deja de dar cólera el comentario racista de quienes insisten en que los jugadores guatemaltecos no pueden competir con los de otros paí­ses porque racialmente son inferiores. Inferiores somos por aguantar tanto tiempo un sistema que condena a sufrir hambre a nuestros niños y por dejar que el dinero del erario se lo roben los émulos de Blatter que aquí­ encuentran en la polí­tica la fórmula para hacer las mismas mañas. Nuestros jugadores son sencillamente desnutridos, como la mitad de nuestros niños y jóvenes, y para gloria y honra de los dirigentes deportivos nacionales, los tenemos que andar luciendo por todos lados para que sean el hazmerreí­r del público.