Al borde del abismo


Editorial_LH

El feriado del día primero de enero salvó a Estados Unidos de sufrir las consecuencias del llamado abismo fiscal porque dio al Congreso unas horas más para trabajar en la búsqueda de acuerdos que impidieran la drástica reducción del gasto público y el aumento automático de impuestos para prácticamente todos los habitantes del país. Ante la incapacidad del líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes para articular una propuesta viable, la Casa Blanca se decidió por la jugada arriesgada de lograr los votos en el Senado para pasar una ley que resolviera el problema y arrinconara a los representantes para forzarlos a ceder.


El vicepresidente Joseph Biden jugó un papel decisivo al lograr una muy amplia mayoría en el Senado en donde los republicanos prácticamente se volcaron para aprobar la propuesta que se basó fundamentalmente en impedir el alza generalizada de impuestos para centrar el incremento en los que ganan más de 400,000 dólares al año, en el caso de individuos, o 450,000 cuando se trate del conjunto de los ingresos familiares. La otra parte del precipicio fiscal, la que tiene que ver con la reducción del gasto, se tendrá que discutir en los dos próximos meses.
 
 El juramento que hicieron casi todos los republicanos de no aumentar impuestos fue roto ante la perspectiva de que todos sufrieran alza automática de tributos. Justamente la postura de la Casa Blanca era que, para evitar el daño a todos, era indispensable aplicar una tasa más alta a los que tienen ingresos mayores y los diputados republicanos se opusieron tajantemente a esa tesis y pretendían que el tema del abismo se resolviera únicamente con la reducción de gasto.
 
 Al final de cuentas estamos frente a una importante victoria de la Casa Blanca, resultado directo del triunfo electoral de Obama que representó un mandato de los norteamericanos para terminar con los privilegios para los más adinerados, de acuerdo a los planes de exoneración vigentes desde tiempos de Bush y que se traducían en beneficios como los que permitieron a Mitt Romney librarse del pago de impuestos por la fortuna de varios millones que le generaba ingresos también millonarios.
 
 Falta aún una decisiva batalla por el tema del tope de la deuda (debt ceiling) y la reducción del gasto que enfrentará nuevamente a republicanos y demócratas porque los primeros pretenderán que se reduzca el gasto social, mientras que los demócratas insistirán en no tocar esos rubros y reducir en gastos como los militares.
 
 El arreglo deja, de todos modos, sinsabores para unos y otros. Los demócratas creen que se cedió mucho y los republicanos que se les retorció el brazo. Se hizo realidad aquello de que más vale un mal arreglo que un buen pleito y a ver si en la práctica el asunto funciona.
 

Minutero:
Forzados a negociar
se tuvieron que arreglar;
con el gasto es diferente
y la lucha está latente