Ajustes en el gobierno


Editorial_LH

El primer gabinete de Otto Pérez Molina estuvo marcado básicamente por los acuerdos de campaña electoral, sobre todo los que se hicieron en segunda vuelta, por lo que ahora, tras un año de experiencia y con la necesidad de consolidar el proyecto político del oficialismo, es previsible que ocurran algunos cambios basados en la experiencia del mismo mandatario y en el manejo de algunas de las carteras.


No hacía falta, en la práctica, que ninguno de los ministros o altos funcionarios presentara su renuncia, puesto que es facultad del Presidente de la República nombrar y remover a sus principales colaboradores según la Constitución. Sin embargo, por cortesía se ha mantenido esa práctica que pretende, según se dice, dejar en libertad al mandatario para realizar los cambios que estime pertinentes.

El equipo del Presidente, propiamente dicho, no sufrirá ningún cambio y apenas si se esbozan corrimientos en varias dependencias. No importa, por ejemplo, el nivel de conflictividad que se ha ido acumulando en el Ministerio de Educación con autoridades que se escudan en los acuerdos logrados con la cúpula del magisterio, permitirá continuar sin cambios no obstante que en ese campo hay gravísimas dificultades que afectan seriamente a miles de personas.

Los que se encuentran en la balanza son los ministros pactados por componendas de la segunda vuelta, especialmente el de Agricultura y el de Relaciones Exteriores. En el primer caso hay terribles deficiencias institucionales, porque ese ministerio fue literalmente desvirtuado hace muchos años y no puede cumplir los fines que necesita un país como Guatemala. Se ha limitado a manejar programas intrínsecamente corruptos, como el de los fertilizantes, sin hacer aportes reales al desarrollo rural. Y en el de Relaciones Exteriores, fuera de la coyuntura del TPS, al ministro Caballeros no le ha salido prácticamente nada y hasta sus expresiones, tan importantes en el mundo diplomático, lo terminaron metiendo en líos a pesar de la experiencia que tiene en el manejo de la palabra gracias a su función de pastor.

El otro tema de gran conflicto vuelve a ser la diferencia marcada y enconada entre el Ministro de Finanzas, hombre de partido, y el Superintendente de Administración Tributaria por el tema de los impuestos. Hace tiempo que es evidente que ambos funcionarios, obligados a trabajar en estrecha cooperación, no se pueden ni ver y eso repercute en el ritmo de las funciones que tienen encomendadas. Habrá que ver cómo resuelve ahora el problema Pérez Molina, puesto que el año pasado dio órdenes de cesar el enfrentamiento, pero apenas logró que el mismo no fuera abierto. El caso es que estamos a las puertas de algunos ajustes por la conveniencia del mismo Gobierno.

Minutero:
El problema de Orantes
es el mismo desde antes;
por la muerte del prelado
puede salir mal parado