Ahorros del Congreso


Editorial_LH

Hay entidades que por incapacidad no pueden ejecutar el presupuesto asignado y andan viendo cómo transfieren sus fondos a última hora para que otros, más vivos, se los despachen en anuncios de radio o televisión. Sin embargo, el Congreso de la República hace años que viene “ahorrando” fondos que permitieron a Meyer el negocio de los 82 millones y hoy, poco menos de cuatro años más tarde, nos avisan que ya la cuenta volvió a engordar y que hay de nuevo la misma cantidad, 82 millones, en las bóvedas del Banco de Guatemala.

 


Tenemos que preguntarnos cómo se aplica la ley del Presupuesto en el manejo de los fondos del Congreso, puesto que en todas las entidades públicas los saldos no utilizados al fin del ejercicio pasan al fondo común. De allí­ el origen del uso de los fideicomisos que entidades públicas constituyen en banca privada, puesto que es la forma de jugarle la vuelta a la norma presupuestaria y, de ribete, de evitar la fiscalización en el manejo de los recursos del Estado.
 
 Si el Congreso puede funcionar con menos dinero del que le presupuestan, hay que hacer un ejercicio más inteligente de formulación del plan de gastos, puesto que no tiene sentido que el Poder Legislativo mantenga como tentación para futuros Meyer cifras que hacen suspirar a los largos y, lo peor, les llevan a encontrar fórmulas ingeniosas para hacer que el dinero se esfume, sin dejar el menor rastro, como pasó con los anteriores 82 millones que tranquilamente dejaron de existir y bastó una operación de débito en la contabilidad del Estado para explicar que ya no están disponibles porque uno más vivo se los embolsó.
 
 Roberto Alejos dice que ya están pensando en usarlo como parte del plan de prestaciones de los trabajadores, lo que incluye desde luego a los mismos diputados que, como buenos trabajadores que son, se recetan los mismos privilegios que pactan con el personal administrativo del Congreso. Lo que se puede decir, entonces, es que ya hay de dónde sacar para la indemnización de los diputados que dejarán el cargo por no haber optado a la reelección o por haber perdido en el empeño por lograrla.
 
 Y quienes son enemigos de pagar impuestos tienen un argumento adicional para justificar su empecinamiento. Qué necesidad hay de aumentar la tasa tributaria si resulta que el Estado hasta se da el lujo que no se puede dar la mayorí­a de guatemaltecos y puede ir haciendo sus “economí­as” para engordar su cuenta de ahorro. Por lo visto, sobra el pisto en esta Guatemala que no mejora en desarrollo humano, pero que se puede dar el lujo de reponer en cuatro años lo que se clavó Meyer y sin ningún esfuerzo.

Minutero:
Lo de Meyer no fue nada,
ya el dinero está de vuelta,
y la mara que anda suelta
puede volver a la andada