Ahora más que hace cuatro años


Oscar-Clemente-Marroquin

La elección del primer Presidente de raza negra en Estados Unidos, hace cuatro años, marcó un hito en la historia y ciertamente provocó reacciones que fueron fraguando, durante estos cuatro años, un estado de resentimiento y odio de muchos conservadores que no cometieron la incorrección política de hablar sobre esa elección como una afrenta, pero que se propusieron expulsar a Obama de la Casa Blanca a como diera lugar.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


El pretexto de la situación económica era absolutamente injustificado porque cualquiera con dos dedos de frente se podía dar cuenta de la dimensión de la crisis que heredó el gobierno demócrata y que en cuatro años no se podían saldar todas las cuentas pendientes de la administración de Bush, no sólo por la crisis financiera, sino también por la crisis fiscal exacerbada por las guerras de Irak y Afganistán.
 
 Fue el tema migratorio, sin embargo, el que permitió determinar el tono racista de ese conservadurismo norteamericano que está ahora de capa caída y que sufrió su revés más grande precisamente por el repudio del voto de los negros, los latinos no cubanos y los asiáticos. Durante todos los debates del Partido Republicano el tema de la migración fue abordado con notable desprecio hacia los inmigrantes latinoamericanos para quienes se proponía la deportación o, en el más compasivo de los casos, una política para forzar a la “autodeportación”. El tono despectivo y de afrenta con el que se habló todo el tiempo de los inmigrantes hispanos tuvo repercusiones muy claras y marcadas el día de las elecciones, puesto que los republicanos tuvieron la más pobre cosecha de voto latino de toda su historia, lo cual fue consecuencia directa de las posturas radicales impulsadas desde el movimiento del Tea Party que ha sido el abanderado de esa causa antilatina.
 
 Por ello es que pienso que está elección es más importante desde el punto de vista de las minorías que la de hace cuatro años cuando se eligió a Obama por primera vez, puesto que el radicalismo de los conservadores paró dividiendo en forma preocupante a una sociedad que se ha enorgullecido de ser crisol de muchas razas, pero que ahora se partió por el discurso intolerante de un partido que se ha concentrado en ser el reducto de los blancos, anglosajones y de la derecha religiosa del país.
 
 Creo que fue ésta la primera elección en la que la cuestión racial fue decisiva y no simplemente porque toda la población de color se volcara a las urnas y mayoritariamente eligiera a Obama, sino porque las minorías, en su conjunto, repudiaron la actitud de superioridad racista de un partido que demostró su absoluto desprecio por esa mano de obra que ha llegado a hacerse cargo de los trabajos más duros y a contribuir en forma decidida al funcionamiento de esa gran nación.
 
 Se puede decir que fueron empujados, a punta de discursos racistas y ofensivos, a volcarse hacia Obama que en los últimos meses de su primer período decidió utilizar sus poderes ejecutivos para decretar un procedimiento beneficioso para los hijos de los inmigrantes ilegales radicados y educados en Estados Unidos.
 
 Caso aparte son, por supuesto, los cubanos de Miami que responden más a otras motivaciones que al tema de su propia identidad. Por ello es que figuras como el legislador Marco Rubio, aun siendo latino, nunca podrá ser realmente un representante de los hispanos como segmento de mayor crecimiento en la demografía norteamericana porque él responde a los intereses de la Fundación Cubano Americana estrechamente vinculada al más radical conservadurismo del Partido Republicano.
 
 Romney y sus huestes no midieron el efecto que su política contra los migrantes tendría entre todos los hispanos que votan como ciudadanos norteamericanos y eso terminó siendo decisivo para arrinconar a los republicanos y reducirlos a un partido de élite racial y económica.