Ahmadinejad sigue amenazando a Israel


Poco a poco, progresivamente, se ha convertido en un polvorí­n todo el Medio Oriente y puede estallar en cualquier momento, o sea cuando algún loco mandamás encienda la mecha que incendiarí­a toda una región con peligro de propagar las llamas al mundo entero.

Marco Tulio Trejo Paiz

Irán, Palestina y Siria, principalmente, constituyen una grave amenaza contra Israel.

El histérico y fanatizado presidente iraní­, Mahmud Ahmadinejad, ha declarado paladinamente y a todos los vientos su temeraria intención de «borrar del mapa» al pequeño gran Estado hebreo, fundado a mediados de la pasada centuria con el consenso multilateral –de abrumadora mayorí­a– de los paí­ses que a la sazón estaban representados en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), incluida Guatemala.

El insensato vociferante de Ahmadinejad, que irrespetando compromisos internacionales y contrariando la voluntad de las potencias europeas, asiáticas y de los Estados Unidos de América, está tratando de producir bombas atómicas, pero aparentando, en realidad, hacerse de energí­a nuclear dizque «para usos pací­ficos» (¿…?).

Israel, como es sabido, ha sido ví­ctima de múltiples y constantes agresiones de sus enemigos. Baste recordar las espantosas masacres cometidas en los dantescos campos de concentración por la bestia nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El holocausto de judí­os, verdadero genocidio que horrorizó a toda la Humanidad, segó las vidas de alrededor de seis millones de hombres, mujeres y niños judí­os.

Sin ir demasiado lejos, los árabes provocaron la llamada «Guerra de los seis dí­as», pero no pudieron «lanzar al mar», como jactanciosa y aviesamente decí­an los lí­deres de esa raza, al pequeño gigante que, desde luego, explicablemente y justificadamente ha venido preparándose de modo defensivo para hacer frente a cualesquiera eventualidades.

En aquellas acciones, en las que por cierto se distinguieron como buenos soldados los israelí­es, los agresores árabes también demostraron que eran o son buenos para correr despavoridos, hasta descalzos, en las ardientes arenas del desierto de Sinaí­?

Recientemente, el rabioso e insensato sayón de Irán, Mahmud Ahmadinejad, diabólicamente fanatizado, volvió a la carga contra Israel. En su usual diatriba tildó al progresista, pacifista y envidiado Estado judí­o de «bestia salvaje» y «sucio microbio», como escupiendo hacia arriba para recibir en plena cara sus propios y ascosos escupitajos.

En dí­as grises que se alejan más y más, el dictador y tirano de Irak, Saddam Hussein, quien grotescamente murió ahorcado por los tribunales del chisporroteante paí­s hundido en sangrienta anarquí­a, sin difidación desencadenó una guerra muy cruenta contra Irán. Lo atacó dí­a y noche con fusiles, metralla, cañones, bombas y misiles, por lo que estuvo a punto de ser «borrado del mapa» o a lo mejor ocupado como lo hizo efí­meramente con el territorio de Kuwait hasta ser echado por la Coalición encabezada por las fuerzas estadounidenses…

Desde los tiempos bí­blicos ha habido acciones guerreras con la intención de desaparecer a Israel, pero, como dicen ahora sus valientes y heroicos ciudadanos, ¡eso no se va a poder hoy ni nunca!…

Israel, un David redivivo, pequeño agigantado del Oriente Medio, se ha armado hasta los dientes. Se ha blindado para no ser destruido por la «chatarra agresiva» de los árabes que se han equivocado al pretender, temerariamente, eliminar de la faz de la tierra al invencible y progresista Estado de Israel.

¡A los árabes, enemigos sempiternos del Estado hebreo, les puede salir el tiro por la culta si se lanzasen a una nueva aventura belicista!