¡Ahí­ viene el cuco!


Desde que se viene discutiendo el asunto sobre Petrocaribe hemos escuchado toda clase de opiniones, tanto a favor como en contra de que pueda llevarse a cabo dicho negocio. Sin embargo no hemos podido dejar pasar aquella nacida de la agrupación que concentra a los terratenientes criollos. Ellos, con el descaro que les caracteriza, ven «con mucha preocupación», el que Petrocaribe pueda tener un contenido polí­tico e ideológico. ¡Fariseos!, ¡Farsantes!…. Les preocupa enormemente que pueda tener una influencia «inconveniente» entre la población mayoritariamente indí­gena y pobre.

Carlos E. Wer

Los movimientos revolucionarios de la América del Sur, son producto, precisamente de los actos con los que, grupos como nuestra Cámara del Agro, han explotado inmisericordemente a la población, empujándoles a las miserables condiciones en las que viven actualmente. Son producto de la fatiga, del cansancio a seguir aceptando a esa camarilla emparentada con Alí­ Babá, engordada a las puras costillas de esos niños barrigones de puras lombrices. Esos movimientos revolucionarios que han devuelto al pueblo lo que les pertenece y que, en una segunda independencia, empiezan a recibir los beneficios que se les habí­an negado.

Esos movimientos revolucionarios que como dijera el apóstol Martí­, devolvieron al ser humano su dignidad, dignidad atropellada por, entre otras, cámaras del agro que como la chapina ha visto pasar los años, las décadas y las centurias, sin que su conciencia humana haya, ni por asomo, pensado en la mí­nima solidaridad para quienes sufren las consecuencias, de sus mal habidas fortunas.

Esos fariseos, que se espantan con la posibilidad de que el pueblo pueda conocer de las conquistas de la revolución bolivariana, de la lucha, de Evo Morales por devolver a su población indí­gena con justicia, los derechos que le fueran cercenados. De la viril y digna postura del presidente Correa, que pretende devolver el beneficio de las riquezas de su tierra a su pueblo.

Esos fariseos que hoy se rasgan las vestiduras, espantados porque nuestro pueblo pueda conocer de que si es posible una sociedad distinta. Que sí­ es posible que un paí­s «pobre» como el nuestro pueda utilizar sus recursos para que sus hijos puedan elevarse a la condición de hombres dignos. Que sí­ es posible que nuestros hijos y nuestros nietos puedan tener acceso a la educación y a la tecnologí­a para poder construir el futuro de Guatemala.

Esos fariseos que nunca han levantado la voz contra la permanente injerencia del hegemón en nuestra Patria. Que nunca se opusieron, sino al contrario apoyaron la intervenciones, una de ellas armada en 1954, que bombardeara nuestras ciudades, solapada en la «Liberación» que ellos mismo formaran para recibir el dinero, las armas y los aviones, para derrocar a un gobierno que se habí­a atrevido a levantar la voz de un pueblo en contra de sus opresores. Que aceptaron y cerraron los ojos a que su «comandante» fuera un hombre enlistado en la CIA con el nombre codificado de Calligheris. Ellos que han callado del saqueo de nuestros recursos naturales, porque son parte del festí­n con que engordan sus cuentas «en dólares», al igual que sus primos hermanos del CACIF.

Ellos, que se relamen con la sola idea de que podrán ser los nuevos «petroleros verdes», importándoles un pepino si la población a la que han explotado toda la vida, aumentan sus í­ndices de pobreza, de miseria, de ignorancia.

Ellos, quienes ayer despotricaban contra los cánceres que representaban la Cuba y la China comunista, pero que en cuanto vieron la posibilidad de hacer dinero con sus empresas, les valió madre las diferencias ideológicas, porque los billetes tienen únicamente el identificativo de su propio valor económico.

Ellos para quienes el TLC solamente representaba eso, más billetes para sus negocios, no importa si nuestros recursos naturales son saqueados. Ellos quienes aplauden el Plan Jaguar con el que nos escupen en la cara nuestra cobardí­a por defender nuestra soberaní­a. Que la han convertido en «limitada», para o limitar su saqueo. Que aplauden al Plan Mérida, porque ello permitirá mantener a raya a los movimientos populares que pretenden una nueva sociedad, acusados ahora de terroristas como ayer lo fueron de comunistas.

Las condiciones cada vez más difí­ciles con las que convive la mayorí­a de la población guatemalteca permitirá que las noticias de los avances de los movimientos revolucionarios nacionalistas que se gestan en la América del Sur, sean cada vez de su mayor conocimiento y poder convencerse que sí­ es posible aspirar a esa nueva sociedad y a ese nuevo mundo por el que luchan.

El pueblo guatemalteco debe de aprender que Sí SE PUEDE