Agujero emblemático



La casualidad quiso que de una manera muy gráfica y emblemática se pusiera de manifiesto la realidad del paí­s para que aun aquellos con pocas entendederas pudieran darse cuenta de cómo andamos. El hoyo en el Barrio San Antonio, que aparentemente existí­a desde hace mucho tiempo pero no se veí­a porque el asfalto y las viviendas todaví­a lo cubrí­an, quedó al descubierto de pronto cobrando vidas y provocando pánico entre los vecinos.

Y simultáneamente el hoyo en que está metida la sociedad guatemalteca y su Estado, también apareció abruptamente cuando el asesinato de tres diputados salvadoreños al Parlamento Centroamericano y de su piloto puso de manifiesto una realidad que, como el hoyo del Barrio San Antonio, provocaba retumbos y temblores, pero se mantení­a cubierta por el asfalto de la indiferencia de un pueblo que sabí­a de la limpieza social y del crimen organizado por el Estado, pero que se hací­a de la vista gorda.

El problema principal del paí­s no es que el crimen organizado haya penetrado al Estado; es que el Estado ha organizado su crimen y esa realidad es la que no quieren ver ni entender los encargados de gobernar al paí­s. Porque una cosa es enfrentar a autoridades que responden a sobornos para facilitar las cosas a los capos del crimen y otra es enfrentar a autoridades que son los capos del crimen. La lucha se plantea en términos muy diferentes y mientras no se entienda esa correcta dimensión, seguiremos hablando pajas, dando palos de ciego y queriendo tapar el sol con un dedo.

El hoyo del Barrio San Antonio es como el hoyo en que metieron al paí­s quienes debilitaron e hicieron inoperante al Estado. Se insistió tanto en reducir el Estado, en quitarle funciones y atribuciones, que lo redujeron a su mí­nima expresión, sin capacidad ni siquiera para defenderse a sí­ mismo, para cumplir con sus fines esenciales y el resultado de esa prédica tan consistente está a la vista. No tenemos Estado, no tenemos instituciones que funcionen y que puedan atender las necesidades de la población y las que hay están puestas al servicio de intereses ajenos de los de Guatemala.

Es emblemático tener un hoyo que mostrar gráficamente para ilustrar cómo es que dejamos que se fuera por el desagí¼e toda la reserva moral del paí­s; es importante ver cómo en un agujero que es un pozo negro sin fin, se perdieron todos los valores que pueden servir para la construcción del civismo. Un hoy espantoso que amenaza con crecer, con irse tragando lo poco que queda alrededor es la patética realidad de un paí­s en el que los polí­ticos son como nuestra Conred, es decir, una partida de inútiles que a la hora de la verdad no sirven para nada. Son demasiados parangones los que podemos hacer entre uno y otro agujero. Pero la conclusión dramática es que no se ve la forma de taparlos.