Aguda sequí­a mata ganado y destruye cultivos


El zopilote, una ave que se alimenta de animales muertos, es el único ser vivo en el Chaco, en el sudoeste de Bolivia, que se beneficia de una sequí­a que ha matado a unas 2.000 cabezas de ganado, en una zona afectada por la quema de pastizales, el calentamiento global y los desmontes.


Esta ave carroñera, una especie de buitre negro que habita en el sudoeste de este paí­s sudamericano, vuela a unos 300 metros de altura en busca de los cuerpos muertos de los animales. Y en el Chaco falta el agua y mueren los animales.

«Estamos jodidos, se nos está muriendo el ganado», dice a la AFP Telésforo Vega, un campesino de 65 años que reside en la zona Pelí­cano, a 85 km al noroeste de Yacuiba, cerca a la frontera con el norte argentino, uno de los lugares más castigados por la sequí­a.

«No llueve desde hace 8 meses, un poquito ha llovido hace tres dí­as pero es como darnos un pequeño respiro», asegura don Telésforo, quien vive en su propiedad con seis perros que ahuyentan a los intrusos y sirven para arriar a toros y vacas cuando tratan de alejarse de su hacienda.

El campesino dijo que él ha tenido un poco de suerte porque sólo se le murieron unas cuantas vacas, de las 300 cabezas que posee, debido a que se aprovisionó con tiempo de forraje, pero que la situación de muchos lugareños es dramática.

A cada trecho de los caminos de tierra apisonada en el Chaco se observa ganado muerto e incluso ya en fase de descomposición, dejando en el ambiente un olor fétido.

Cada animal vivo apenas puede soportar una semana sin consumir agua, pero después de ese lapso su muerte es casi un hecho.

El mercurio de los termómetros se ha disparado hasta unos 48 grados celsius, en los últimos dí­as, rompiendo récords históricos, según datos del estatal Servicio Nacional de Meteorologí­a.

El calor en el Chaco, habitado por unas 130.000 personas y una zona que colinda con el norte argentino y el noroeste paraguayo, puede doblegar incluso a personas habituadas a climas extremos.

«Ha hecho mucho calor, no hay agua y si tenemos agua es que nos hemos aprovisionado durante el año en pozas para los animales, mientras que para consumo humano nos aprovisionamos de (camiones) cisternas», dice por su lado el campesino Ví­ctor Hugo León, quien es sorprendido en su propiedad echado en una hamaca a la sombra, tratando de eludir el extremo calor.

Según la vicegobernación de la provincia Gran Chaco «tenemos datos aproximados del daño de la sequí­a: unas 2.000 cabezas de ganado muertas (de unas 50.000 que hay en la zona) y unas 5.000 hectáreas de maí­z y maní­ destruidas», según el ingeniero Marcelo Castillo.

Del lado paraguayo y argentino las cifras también dan a entender que las pérdidas son fuertes por la sequí­a y hay una gran preocupación.

Castillo, funcionario de la Vicegobernación, explica que la sequí­a tiene tres causas principales: el calentamiento global, el chaqueo (quema de pastizales para la siembra) y el desmonte de tierras (se quitan malezas y árboles para dedicarlas a actividades agropecuarias).

En el Chaco se pueden observar centenares de hectáreas donde alguna vez existió un bosque, según un recorrido realizado por la AFP, pero la Vicegobernación de la zona no tiene datos de qué tan grande es la superficie de bosques destruida.

El vicegobernador de esta provincia boliviana, Adolfo Reinoso, explicó que desde esta oficina se ha planificado la construcción de 13 represas para aprovisionarse de agua, como una solución estructural a las agudas y constantes sequí­as.

«Tenemos un presupuesto de unos 26 millones de bolivianos (3,7 millones de dólares) y si vamos a la construcción ya no tendremos problemas, pero eso será en unos dos años», asegura Reinoso.

Mientras lleguen las soluciones, en la zona seguirá existiendo la muerte, de la que sólo disfrutan los animales carroñeros.