Los trastornos ambientales han llegado para quedarse: inviernos muy lluviosos, heladas tempestuosas, veranos demasiado intensos; estos últimos amenazan con escasear el vital líquido e, incluso, provocar sequías.
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Los expertos en el tema climático avizoran para el presente año un verano intenso, el cual podría extenderse más allá de su período normal, pronóstico que, de cumplirse, puede anunciar daños severos no sólo a los agricultores sino en cuanto a la disponibilidad del agua en muchas regiones del país.
El Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh) estima un verano inusual, argumentando que los fuertes calores que se presentan en la actualidad no son parte de la época, la cual estiman entrará con mucha fuerza a mediados del próximo mes.
Según Roberto García, meteorólogo del Insivumeh, el calor reinante es parte de un fenómeno a gran escala, estimulado en gran medida por el calentamiento global que gradualmente se ha caracterizado por trastornos climáticos en todas partes del planeta. Recordando que los veranos de los últimos años en tierras europeas han sido los más calurosos en varias décadas.
Un verano demasiado largo tiende a escasear el agua, argumenta García, refiriendo que los últimos inviernos se han caracterizado por una distribución de la estación muy extraña, con pequeños períodos con mucha lluvia y temporadas largas muy secas.
Estos hechos, estima el experto, han suscitado una inconstante alimentación de las fuentes subterráneas y una disminución de los niveles de los caudales superficiales, hecho que podría poner en riesgo la disponibilidad del recurso hídrico en muchos departamentos, incluida la ciudad capital.
Caudales disminuyen
Cristóbal Colom, vocero de la Empresa Municipal de Agua (Empagua), estima que un 20 por ciento de los caudales de agua tienden a disminuir en épocas cálidas, afirmando que este porcentaje puede aumentar si la estación persiste más allá de lo normal.
Agrega que, en efecto, también los mantos freáticos han ido sufriendo una disminución de su nivel, refiriendo además que cada vez las excavaciones en los pozos son más profundas.
Colom asegura que hace 27 años, en el Ojo de Agua, uno de los manantiales que surte la ciudad, el vital líquido se encontraba a flor de tierra o a una profundidad máxima de 35 pies; en la actualidad existe la necesidad de perforar hasta los 1,600.
No obstante, el vocero de Empagua asegura que se cuenta con los suficientes pozos y manantiales, los cuales garantizan el agua para este verano, enfatizando que uno de los principales problemas al respecto es que en términos generales la población no utiliza de una manera racional el líquido.
Agregando que el país cuenta con suficiente agua en su territorio, pero mucha de esta se encuentra en departamentos alejados. Un proyecto que intentase traer el líquido desde esas regiones, según estima el vocero, costaría millones de dólares.
Lo cual deja como única alternativa viable seguir buscando el agua en los mantos subterráneos.
El panorama de la insuficiencia del agua, en opinión de Yuri Melini, director del Centro de Acción Legal Ambiental y Social de Guatemala (CALAS), responde, además, a la deforestación inmoderada; esta medida se encuentra íntimamente ligada con el proceso de degradación de los recurso hídricos, asegura.
Pero el agravante mayor, según piensa Melini, es que cerca del 80 por ciento de las aguas superficiales del país se encuentran contaminadas, principalmente por heces y desagí¼es municipales y otro gran porcentaje por la utilización industrial del líquido, especificando que de los 333 municipios sólo 46 tienen plantas de tratamiento, lo cual evidencia que son los mismos habitantes quienes contaminan el recurso.
Es por ello que, según Melini, existe la necesidad de crear una educación hídrica en la población, la cual busque sensibilizar a lo pobladores de la importancia del cuidado del agua.