Asambleas de productores de la rica pampa húmeda y otras zonas agrícolas de una convulsionada Argentina debatían ayer en las rutas que mantienen cortadas, fijar una tregua en la huelga de 16 días y entrar en una negociación con el Gobierno, que los llamó a dialogar.
La presidenta argentina, Cristina Kirchner, había exhortado a los huelguistas el jueves en un multitudinario acto partidario a levantar la huelga lanzada contra los aumentos de impuestos a las exportaciones, y abrir las puertas a una negociación.
Mientras tanto, los alimentos en los anaqueles de supermercados y almacenes comienzan a escasear en todo el país y los embarques de las exportaciones de granos están paralizados a raíz de las decenas de bloqueos de carreteras.
El Mercado Central de Buenos Aires, el mayor comercializador de frutas y verduras del país que abastece a 11 millones de personas y que tiene un caudal de 13 mil camiones por mes y unos 3 mil trabajadores, se encontraba el viernes prácticamente paralizado, informó una fuente de ese organismo.
Los productos primarios y agroindustriales representan el 61% de las ventas externas del país, que fueron de 55 millones de dólares en 2007.
Un compás de espera quedó de hecho establecido en el duro conflicto que tuvo esta semana derivaciones políticas y unió fuerzas de agricultores con opositores liberales al gobierno peronista socialdemócrata.
«Les pido humildemente, como presidenta de todos los argentinos, levanten el paro para entonces sentarnos a dialogar», sostuvo la mandataria el jueves.
«Seguimos en estado de asamblea permanente a la espera de un diálogo», dijo un líder de la rebelión de los agricultores en el estratégico piquete montado sobre la ruta 14, la del Mercosur, a través de la cual se transportan mercancías de Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil.
Néstor Roulet, de la entidad Confederaciones Rurales, que reúne a unos cien mil productores en su mayoría ganaderos medianos, aclaró que «no habrá fin de los cortes sin una propuesta de medidas para el campo, porque no se aceptarán compensaciones, regalitos ni limosnas».
La presidenta había planteado una diferencia en el discurso oficial frente a la huelga, al afirmar que el gobierno peronista «no está contra los pequeños productores».
Al inaugurar este viernes una nueva sede de una universidad pública de la periferia de Buenos Aires, la mandataria instó a «los trabajadores rurales, chacareros (agricultores) y productores» a sostener el «modelo de país» puesto en marcha en 2003 por su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner (2003-2007).
Dijo que ese modelo permitió cinco años de crecimiento sostenido de Argentina.
Dos días antes, la mandataria había dicho con dureza que «estos son los piquetes de la abundancia, de los extorsionadores», lo que encendió ruidosas protestas de opositores y «cacerolazos» (caceroleadas) en las principales ciudades.
Mientras los dirigentes de las cuatro entidades representantes del campo se disponían este viernes a tomar una decisión unificada, los productores levantaban la mayoría de los piquetes aunque se mantenían a la vera de los caminos a la espera de definiciones.
Los huelguistas dejaban pasar vehículos particulares, ómnibus de pasajeros y camiones, pero en algunos puntos mantenían un «corte selectivo» y obligaban a los transportistas de productos agropecuarios a abandonar su carga para poder continuar el camino.
«No se puede levantar la medida contra nada más que una invitación a un diálogo», advirtió Pablo Orsolini, vicepresidente de la Federación Agraria, que reúne unos 100 mil pequeños productores, los más radicalizados en la protesta.
Cristina Fernández
presidenta argentina