El Instituto de Previsión Social del Periodista es una entidad que en buena hora fue creada por el Congreso ?en atención a demanda de la comunidad de los hombres de prensa que trabajan o han trabajado en los diferentes medios de comunicación del país? con el propósito de brindarles los servicios que necesitan y a los cuales tienen derecho no sólo en la edad temprana, sino también, sobre todo, en los atardeceres de la vida.
Es así como el IPSP, con base en lo estatuido en el decreto respectivo del Organismo Legislativo y en sus disposiciones internas, ha contemplado prestaciones de carácter económico y en servicios acordes con los recursos financieros
El ente protector de los elementos del Cuarto Poder que al solicitar ingreso a sus filas tienen que sujetarse a pasar por un tupido «cedazo» que impide las pretensiones de impostores, o sea de osados y supuestos «periodistas» (¿…?) que no reúnen los requisitos establecidos, hace varios años contrató lo servicios profesionales del doctor Julio Cuéllar para que se hiciese cargo de la clínica médica del Instituto.
El nombrado profesional de la medicina, doctor Cuéllar, en todo momento de su actuación prestó sus servicios con eficiencia y espíritu humanitario; fue así como captó muchas simpatías y justo reconocimiento de la comunidad de afiliados, pero, al finalizar enero retropróximo, renunció al cargo que en buena hora le fue confiado hace como una docena de años; dizque hubo cierta presión ejercida desde el seno del nuevo consejo directivo, a pesar de que casi la totalidad de afiliados al IPSP ha reconocido los servicios prestados con calidad muy de humanos por el doctor Cuéllar.
Nosotros, por ejemplo, siempre fuimos bien atendidos en las consultas y en los tratamientos del distinguido profesional cuando con alguna frecuencia visitamos la clínica médica del Instituto, por lo que nada tenemos que objetar respecto de los servicios que nos prestó con prontitud, eficiencia y, además, con cordialidad. En verdad hemos lamentado y seguimos lamentando, al igual que muchos y muchas colegas cobijados bajo el mismo alero, que haya dimitido el doctor Cuéllar, a quien por medio de estas líneas le damos, algo tarde ya, un simbólico abrazo de despedida, pero no le decimos «adiós», sino ¡hasta pronto!, porque, al margen de la deslealtad de muchos, muchos, nos consideramos amigos con la sinceridad que nos caracteriza en las relaciones que anudamos y cultivamos en los diversos círculos de la sociedad.