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Era un hombre fuerte y rudo, famoso en la región por su gran habilidad para derribar árboles.
El aserradero del pueblo tenía un compromiso de entregar 30 troncos diarios y mandaron llamar a nuestro hombre, quien seguramente podría cumplir con este encargo.
El primer día de trabajo logró derribar los 30 árboles requeridos y los jefes estuvieron muy satisfechos, pero al siguiente día cortó 29, al tercero 28, luego 27 y cada día menos.
Al preguntarle por qué había bajado su rendimiento él respondió: He estado trabajando cada día con más esfuerzo, vengo más temprano y me voy más tarde, casi no descanso, no entiendo por qué cada día corto menos árboles.
Fueron a observarlo mientras trabajaba y descubrieron cuál era la causa. Desde el primer día que llegó al aserradero nunca había afilado su hacha.
De la misma manera, si nosotros no nos preocupamos por mejorar cada día y por renovar nuestro espíritu, por mucho esfuerzo que hagamos no lograremos cumplir nuestra tarea en la vida.
La vida es un constante estudio.
Considerarse sabio equivale a morir.