«Afeitar las barbas de Platón»


En Surrey, al Sur de Londres, nació el fraile Guillermo de Ockham (1280-1349¿?) y es considerado uno los pensadores ingleses más extraordinarios, a tal grado que, muchas de sus ideas, siguen influyendo hasta nuestros dí­as, especialmente en el campo semiótico. Autor de riquí­simos 33 libros de filosofí­a, religión y polí­tica, fue un franciscano que abrazó la filosofí­a (como escolástico y el principal nominalista) con tal fuerza que, incluso, fue acusado de hereje; pasó detenido durante años para evitar que continuara esparciendo sus ideas. Diez años después de su muerte, la iglesia lo restituyó como uno de sus más grandes filósofos. Fue llamado la Navaja de Ockham, por su extrema agudeza.

Ramiro Mac Donald
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De este personaje medieval, que siempre me ha cautivado, retomo esa idea de «afeitar las barbas de Platón», pues de Ockham (o de Occam, como también se le puede llamar) consideraba que este método era como una herramienta filosófica que nos permití­a pulir el lenguaje y nuestra ontologí­a, y eliminar de ellos, todo lo inútil. Muchas de esas cosas que están de más, en lo que decimos, en lo que hablamos a diario. Así­ también, Umberto Eco utilizó a Ockham haciéndole un merecido homenaje, en su novela El Nombre de la Rosa, llamando Guillermo al sacerdote franciscano, personaje central, que es un detective que razona con una estricta argumentación y enorme erudición, en búsqueda de la verdad de una serie de misteriosas muertes, ¿su alter ego?

En este sentido, me parecen sumamente acertada la publicación de un Campo Pagado, aparecido ayer domingo 31 de mayo de 2009, en la página 09 de elPeriódico, y firmado por una centena de académicos, artistas y activistas sociales guatemaltecos, que dan a conocer su postura ante los sucesos que se derivan del asesinato de Rodrigo Rosenberg, ocurrido el 10 de mayo recién pasado. El comunicado es como una fina navaja ockhamniana pasando revisión a algunos conceptos que vienen siendo manoseados -ya a nivel politiquero- y que resultan inadmisibles desde una óptica seria del análisis.

Coincido con el grupo cuando señalan que la «Opinión Pública» no es uniforme. Es más, yo soy más radical; la Opinión Pública como tal es un concepto llevado y traí­do, en los momentos que se necesita como un auxiliar del lenguaje utilitario y se usa sólo cuando nos genera (al que lo está usando) algo positivo. Existen, eso si, segmentos de Opinión Pública, conformados por personas e intereses particulares, que son algunos legí­timos y otros no tanto.

Me parece sumamente valiosa la denuncia que se hace, en el sentido que algunos sectores de la derecha recalcitrante de Guatemala, están sacando provecho y jugando (muy peligrosamente) con la muerte de Rosenberg. Es conveniente el recordatorio que el grupo hace sobre la legitimidad de la Presidencia, cosa que siempre he estado en total acuerdo, aunque el personaje que ahora está sentado en la poltrona presidencial esté haciendo cosas verdaderamente desastrosas. Lamentablemente, esos son otros 5 len… porque su labor no vale ni un devaluado quetzal. Pero la legitimidad, la posee. Y punto.

Al grupo de pensadores guatemaltecos le preocupa cómo ciertos intereses polí­ticos de tendencia reaccionaria, con muy reconocidos personajes que son complotistas profesionales, están detrás y delante de la grabación y distribución del ví­deo de Rosenberg. Señalan que esto contamina la información y confunde el juicio que, como hombre probo, muchos tienen del hombre cuya muerte ha conmovido al paí­s.

El grupo hace otras comparaciones polí­ticas, y llama a defender el orden constitucional y preservar el Estado de Derecho. «Ese debe ser el factor que una al pueblo de Guatemala, en este momento».

Cuando las barbas van a ser rasuradas, hay que afilar muy bien las navajas, como las pedí­a de Ockham? para que los términos lingí¼í­sticos permitan separar la paja del trigo.