Lo ocurrido en Haití este mes, cuando la población agobiada por la crisis económica protagonizó incidentes de violencia, constituye un llamado de atención para todos los países con problemas de pobreza, según los expertos que temen que pueda darse un período de convulsión social como resultado de la insatisfacción de la gente más necesitada. En los informes mundiales sobre el desarrollo humano, Guatemala sólo está mejor que Haití en todo el continente americano y por lo tanto es del caso que nosotros pensemos que debe actuarse de manera tal que se pueda evitar un desborde provocado por el malestar de la población.
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Preocupa el tema del transporte, sobre todo ahora que el diésel llegó a alcanzar el precio de la gasolina superior en la mayoría de los expendios, puesto que ello puede provocar alzas en un servicio que históricamente ha sido detonante de problemas sociales y políticos de importancia. Se recuerda que en Guatemala durante décadas enteras podía aumentar el valor de cualquier bien o de cualquier servicio, pero el aumento al valor del pasaje era sinónimo de confrontación y de lucha callejera. A pesar de que bajo la dictadura de Ríos Montt se impuso el primer aumento significativo al valor y que después de eso ha habido otros incrementos, no olvidemos que ese tema ha sido detonante de muchos conflictos en el pasado y puede ser también ahora si no se toman provisiones para impedirlo.
Siempre se ha dicho que no hay peor consejero de un pueblo que el hambre y si el problema de la pobreza es permanente en nuestro medio, cuando hay una crisis económica se pasa a la verdadera miseria porque resulta que no se pueden siquiera llenar las necesidades básicas de una familia y eso genera una frustración que fácilmente puede traducirse en inestabilidad. Puede ser una fortuna para el sistema y para las autoridades que en el país no existan grupos que tengan como propósito capitalizar ese descontento, pero también es un peligro el estallido espontáneo, no dirigido por nadie en particular, sino que pueda darse simplemente por el cansancio y la desesperación.
Porque cuando hay organización social bien estructurada, por lo menos se tiene interlocutores válidos con los que se pueden buscar acuerdos, pero ante la inexistencia de tejido social, la liebre puede saltar por donde uno menos se lo espera.
Los economistas que conocen la región y que entienden de las desigualdades y el desequilibrio existente, son los que más evidencian preocupación por lo que pueda ocurrir en los próximos meses si se agudiza la crisis. Y todo indica que no hemos llegado a tocar fondo y que falta todavía mucho para iniciar la recuperación, por lo que se puede prever que habrá nuevos incrementos en el precio de los derivados del petróleo y en los granos básicos. Ningún economista se atreve a vaticinar cómo terminará la crisis energética y a cuánto llegará el valor del barril de petróleo en el futuro cercano, pero casi todos coinciden en que aún faltan incrementos importantes porque las causas del descalabro siguen influyendo. El dólar continúa con su descenso en el mercado mundial de divisas y mientras siga siendo la moneda que marca el ritmo de la cotización del crudo, a cada devaluación vendrán nuevos incrementos en el precio.
No es pecar de agoreros ni de pesimistas, pero vale la pena poner la barba en remojo porque se vienen tiempos aún más duros y difíciles.