Alejandro Rojas, de 18 años, está cansado de que se diga que su barrio Boyle Heights es zona de pandillas y de complejos habitacionales para gente pobre.
LOS ANGELES (AP)
«Tenemos muchas cosas buenas. Hay que saber verlas», dijo Rojas, quien comenzará la carrera de ingeniería en la Universidad de California en septiembre. «Es importante mostrar que las comunidades tienen más de una dimensión».
Con ese fin, él y otros 13 adolescentes decidieron colaborar como reporteros con el Boyle Heights Beat, un periódico trimestral lanzado en junio. Unos 22 mil ejemplares fueron distribuidos en casas de este barrio mayormente hispano, localizado al este de los rascacielos de Los Angeles.
El Beat es un ejemplo de los nuevos modelos de periodismo comunitario que están aflorando para satisfacer las necesidades de las comunidades, combinando formas de periodismo viejas y nuevas, métodos de alternativos para obtener fondos y siendo creativos en la contratación de personal editorial.
El tabloide bilingí¼e de 20 páginas, que tiene también un portal, es un proyecto costeado por The California Endowment, una fundación del campo de la salud. El diario en español La Opinión y la Annenberg School for Communication & Journalism de la Universidad del Sur de California aportan conocimientos y La Opinión también imprime y distribuye el periódico.
La estrategia del Beat es dar a conocer la visión que tienen los residentes de su comunidad, no la de la gente de afuera. Las pocas veces que Boyle Heights genera titulares, casi siempre es por algún episodio grave. Y eso enfurece a sus residentes.
«Sí, se habla de los tiroteos, de los graffiti. ¿Por qué no dicen algo positivo de vez en cuando?», preguntó Joe Díaz, quien se crió en Boyle Heights y dirige un centro comunitario.
La cobertura noticiosa es escasa en los barrios pobres y con los recortes presupuestarios que hubo en los diarios en tiempos recientes sigue disminuyendo.
Los modelos de periodismo sin fines de lucro podrían ser la respuesta a esa escasez de información de los barrios pobres. Algunas fundaciones están empezando a ver el periodismo como un servicio público que cada vez sirve menos a los sectores más necesitados.
The California Endowment más que duplicó las subvenciones a medios noticiosos en los dos últimos años, concentrándose en 14 comunidades de bajos ingresos y en iniciativas regionales.
«Consideramos que la salud informativa de una comunidad está directamente relacionada con la salud física», expresó Mary Lou Fulton, directora del programa del Endowment. «Estas comunidades han sido mayormente abandonadas por los medios masivos».
Boyle Heights, uno de los barrios más densamente poblados de Los Angeles, con unas 99.000 personas apelotonadas en 17 kilómetros cuadrados (6,5 millas cuadradas), es uno de ellos.
La zona ha recibido inmigrantes de todo tipo, incluidos judíos, japoneses y mexicanos. En la actualidad, un 94% de sus residentes son hispanos y en tiempos recientes ha recibido una ola de salvadoreños.
Los residentes pasan la tarde charlando en los porches pero también colocan barras de hierro en las ventanas. La zona tiene un viejo historial de pandillas y delincuencia, pero cuenta también con monumentos culturales como la Plaza Mariachi, donde músicos mexicanos buscan clientes y una sinagoga histórica, la Breed Street Shul.
El sector comercial cuenta con librerías y un moderno café de internet. Hay una sociedad histórica y un blog del barrio.
El primer número del periódico tiene artículos sobre planes de desarrollo para un complejo residencial, sobre un centro artístico abierto por una escritora oriunda del barrio –Josefina López, autora de «Real Women Have Curves» (Las mujeres verdaderas tienen curvas)– y sobre un grupo musical de la zona que ha tenido bastante éxito con un sonido muy propio.
Hay consejos y recetas para cocinar platos mexicanos saludables e información sobre un mercado de vegetales.
Pero no le huye a los temas más delicados, como los problemas económicos de comerciantes y músicos, la tasa de delincuencia, el efecto de la violencia doméstica en los niños y un viejo edificio de Sears que está dilapidado.
Los residentes del barrio dicen que les sorprendió encontrar un periódico en las puertas de sus casas. «Es algo original», manifestó el residente Richard Romero. «Este periódico nos está poniendo en el mapa. La gente vive aquí pero ni se da cuenta de que vive en una comunidad llamada Boyle Heights».
En otros barrios se están ensayando iniciativas similares. En South Dallas, un barrio predominantemente negro, Shawn Williams lanzó hace dos años DallasSouthNews.org.
Todavía no ha conseguido filántropos que quieran donar fondos, pero recibe donaciones de lectores y cobra por publicidad. «Vamos a tener que conseguir dinero en distintos sitios para sobrevivir», manifestó Williams, quien es presidente y editor.
DallasSouthNews, como la mayoría de los medios informativos nuevos, circula online únicamente, pero en las comunidades de bajos ingresos, donde la penetración de internet no es muy fuerte, los diarios siguen siendo la mejor forma de llegar a los lectores.
«Los hispanos no tienen el mismo acceso a la internet que la población en general», declaró Pedro Rojas, director de La Opinión que está orientando a los periodistas de Boyle Heights Beat junto con Michelle Levander, de USC. Se encuentran con los estudiantes los sábados y después de clases para decidir qué artículos publican y cómo encarar las investigaciones.
Los lectores del Boyle Heights Beat quieren que el periódico se publique con más frecuencia y expresan temor de que no dure mucho porque no hay avisadores, por más que varios comercios hayan expresado interés en publicar avisos.
Ese es uno de los desafíos más grandes de las publicaciones sin fines de lucro: sobrevivir cuando se acaban los subsidios, según Kelly McBride, del Poynter Institute, una escuela de periodismo de Saint Petersburg, Florida.
«Siempre va a haber un puñado de fundaciones que apoyan el periodismo en estas comunidades, pero muy pocas lo hacen a perpetuidad», declaró.