Si bien todo el público entendía que no sólo Estados Unidos sino el mundo había entrado en recesión, no fue sino hasta ayer que oficialmente se reconoció la existencia de ese fenómeno económico tras un anuncio de la Oficina Nacional de Investigación Económica que situó en diciembre del año pasado el arranque de la recesión.
ocmarroq@lahora.com.gt
Técnicamente los indicadores del Producto Interno Bruto reflejaban apenas un trimestre de reducción de 0.5 por ciento en el PIB, toda vez que para el segundo semestre de este año el crecimiento fue de 2.8 por ciento y por lo tanto, pese al mal comportamiento de todo el resto de indicadores, no se reconocía la recesión.
Ahora, cuando es oficial, empieza el debate no sólo sobre la duración del problema sino también sobre si puede agravarse y en ambos casos hay marcadas discrepancias entre los economistas.
Primero hay que esclarecer realmente si existe riesgo de una depresión, considerada por los expertos como una forma grave de recesión que se produce cuando hay reducción del crédito, anormal crecimiento en la tasa de desempleo, restricción de la inversión privada, reducción del comercio, aumento del número de empresas que van a la quiebra y volatilidad en el mercado de divisas. Puede verse acompañada de deflación de precios o de hiperinflación de las economías.
A la luz de los indicadores el riesgo de una depresión no puede considerarse como remoto porque atenidos a los indicadores en Estados Unidos podemos ver que hay problemas serios en la obtención de créditos, el desempleo está en alza y se espera que el reporte sobre noviembre incremente en 300,000 el número de parados, la inversión privada está a la baja, como se ve en la misma Bolsa de Valores y han quebrado ya muchas empresas. La volatilidad de las divisas se manifiesta en otras regiones, como Europa, y si se materializa el estallido de la otra gran burbuja, la de las tarjetas de crédito, no sólo se reducirá notablemente el comercio al bajar la demanda de bienes sino que se agravarán todos los otros indicadores.
Las recesiones más largas de los últimos tiempos han durado poco menos de año y medio y en el caso de la presente, de acuerdo con lo informado ayer, ya llevamos doce meses de recesión. Pero ésta no es una típica recesión cíclica en la que la economía simplemente realiza sus propios ajustes, sino que es una situación mucho más compleja y todos la consideran como la más grave desde la Gran Depresión del 29 que hundió a la economía mundial por muchos años, por lo menos hasta que la economía de guerra le dio impulso para salir adelante.
Por ello es que antes de empezar a hacer vaticinios sobre la duración de la crisis hay que establecer hasta dónde puede llegar la misma con sus complicaciones actuales. El sube y baja de la bolsa de valores es reflejo de la enorme volatilidad de los mercados que responden a estímulos externos con mayor facilidad cuando están temerosos. El anuncio del equipo económico de Obama creó un buen momento en Wall Street, pero insuficiente para compensar otros anuncios como el de la recesión desde 2007, la pobre demanda en esta crucial temporada de ventas y el nuevo aumento en la cifra de desempleados.
Pero en Guatemala, si nos atenemos al comportamiento de los ciudadanos y de las autoridades, nadie parece estarse preparando para una aguda recesión y menos para una depresión; como el avestruz, estamos más preocupados por ocultar la cabeza que por reconocer el peligro.