El sábado de la semana pasada se anunció que el subsecretario de Estado de los Estados Unidos, John D. Negroponte, llega mañana. Según despachos de prensa de hoy, se dice que viene a abordar asuntos de seguridad y se ha filtrado que podría cenar con quien dice que gobierna al país. Eso me recuerda que a finales de los años 60 del siglo pasado, se exhibió en los cines de la capital guatemalteca la película Adivina quien viene a cenar, dirigida por Stanley Kramer.
Si traigo a cuenta lo anterior, es sólo por la similitud que el título de aquella película tiene con el que lleva mi columna de hoy. Y lo que paso a referir, considero necesario abordarlo en tanto que tensa la situación en el área y constituye una manifestación más de la política intervencionista del gobierno estadounidense en América Latina y el Caribe.
Vale la pena, entonces, empezar por mencionar un antecedente que se trató que pasara desapercibido por las implicaciones que tiene para la independencia y soberanía de nuestro país y la seguridad de los países del área y del Continente. Me refiero a la llegada, por primera vez a aguas del Pacífico guatemalteco, del portaviones USS BOXER de la Marina Sur del Ejército de Estados Unidos. Oficialmente, se dijo que vino a «prestar ayuda humanitaria a personas de escasos recursos».
Según lo informó el Diario La Hora (5 de mayo de 2008), la ayuda humanitaria consistió en una jornada médico quirúrgica que se realizó entre el 7 y el 18 de mayo. En la noticia en mención, se dice, además, que el personal médico y paramédico efectuaría intervenciones quirúrgicas y, simultáneamente, médicos estadounidenses atenderían en las instalaciones del Centro de Salud de Puerto de San José, Hospital Nacional de Escuintla, en las escuelas «El Higueral», «Santa Isabel», «Las Pampas» y «Linares».
En una segunda nota informativa, el citado vespertino agrega que el comandante del portaaviones, Peter Dallman, declaró que la misión del personal médico, ingenieros y veterinarios es «entrenar al personal de Estados Unidos en dirigir operaciones civiles, y militares, incluyendo asistencia humanitaria, cívica, así como apoyo médico dental».
El portaviones «mide 106 pies de ancho por 844 de largo. Tiene capacidad para 1,174 tripulantes» […] y para «este viaje» transportaba un aproximado de mil personas». (Diario La Hora, 8 de mayo de 2008).
Los tres párrafos anteriores permiten, entre líneas, advertir a lo que en realidad pudo haber venido ese portaviones al país.
La «ayuda humanitaria» a que se dice que llegó, es la cobertura con la que se justificó su presencia en aguas territoriales de nuestro país. Pero a lo que podría presupuestarse que vino es a realizar trabajo de inteligencia y reconocimiento, a fin de establecer las condiciones en que está la parte de la costa sur guatemalteca para los movimientos que pudiera tener que realizar la IV Flota del Comando Sur de Estados Unidos.
La IV Flota, después de 48 años, acaba de reactivar estos movimientos y maniobras como parte de sus planes intervencionistas y de control de «más de 30 países del Continente». Pretende cubrir «15.6 millones de millas cuadradas en las aguas adyacentes de Centro y Suramérica, el mar Caribe y sus 12 islas, México y los territorios europeos de este lado del Atlántico». Así lo refirió en sus Reflexiones del 4 de mayo el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, compañero Fidel Castro Ruz.
Dice además el compañero Fidel que «lo real es que la decisión de restablecer la IV Flota se anuncia en la primera semana de abril, casi un mes después de que el territorio de Ecuador fuera atacado con bombas y tecnología de Estados Unidos, y por presión suya» y que «el hecho se produce cuando es casi unánime el rechazo a la desintegración de Bolivia promovida por Estados Unidos».
En consecuencia, a qué puede venir John D. Negroponte a Centroamérica si no es a apretarles las tuercas a los gobernantes de Honduras, El Salvador y Guatemala, primero, para amarrarlos al Plan Mérida y, segundo, «garantizar» que no haya el más mínimo gesto de oposición o reserva al despliegue de la IV Flota y «contribuir» así al control de las aguas del Pacífico, el Caribe, el Atlántico, y los territorios de los países adyacentes, como ya lo hace en el Atlántico Occidental, el Pacífico Oriental, el Medio Oriente, el Mediterráneo y Atlántico Oriental, y el Pacífico Occidental, a través de las flotas II, III, V, VI y VII, respectivamente.
El señor Negroponte puede estar seguro que no es grata su presencia en el país. Lo que realice oficial y extraoficialmente en Centroamérica es una afrenta y atropello a nuestra independencia y soberanía nacional. No es así como los gobernantes estadounidenses van a «ganar los corazones y las mentes» de la población en la región, como lo cree el jefe del Comando Sur, almirante James Stavrides.
Esas maniobras y acciones injerencistas de los imperialistas estadounidenses, como dice el compañero Fidel, debieran servir «para avergonzar a los cómplices del imperio y multiplicar la solidaridad entre nuestros pueblos».