Adán y Esteban, también (II)


«Reivindico el espejismo, de intentar ser uno mismo.»

Luis Eduardo Aute

Una de las maneras en que se ha ejercido el poder en la historia de la humanidad es a través de la negación del «otro» o de la «otra» cuando no es lo que debiera ser: invisibilización, negación y estigmatización son algunas de las posturas que han perjudicado a mayorí­as o minorí­as poblaciones únicamente por no seguir con los lineamientos impuestos por la sociedad. El caso de la homosexualidad es un ejemplo.

Ricardo Ernesto Marroquí­n
ricardomarroquin@gmail.com

El amor de pareja entre hombres o entre mujeres puede ser llamado «anormal» únicamente cuando atendemos a que la «norma» social dicta que un hombre y una mujer pueden unirse afectiva y sexualmente únicamente con el fin de procrear.

Fuera de eso, al mejor estilo de la mojigaterí­a victoriana, nada más. Sin embargo, las categorí­as de «mañoso», «depravado», «degradación» y cualquier tipo de insultos más contra los homosexuales, no demuestran más que ignorancia sobre la diversidad sexual.

Históricamente, desde la visión «heterosexual» del amor y del sexo, se niega a una buena cantidad de personas a ejercer libre y soberanamente el derecho a decidir con quien compartir los sentimientos, la cama, la casa, la comida y hasta la almohada, únicamente porque «Dios dijo Adán y Eva y no Adán y Esteban».

Además, se apelan a argumentos de corte religioso dentro de un Estado laico para promover leyes que atentan contra el principio democrático que separa a la iglesia del Estado. Hace un par de años, por ejemplo, una alianza de iglesias evangélicas solicitó al Congreso, a través de una serie de firmas, aprobar una ley que prohibiera cualquier intento por permitir la unión civil entre personas del mismo sexo.

Esta misma situación se plantea ahora en El Salvador. «La familia se ve amenazada sobre todo por la ideologí­a del género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana», aseguró Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador.

Así­, desde el imaginario que han construido los sectores más conservadores de la sociedad, el amor sólo es válido, natural, normal, aceptado, útil, bendecido y ejemplar, cuando se ejerce de una sola manera, entre un hombre y una mujer.

Frente a esta realidad excluyente, en otras latitudes se ha reconocido que el amor tiene varias facetas y se han hecho esfuerzos importantes para que el control sobre la sexualidad no sea más un sinónimo del control sobre los cuerpos y una forma de represión.

España, Argentina, el Distrito Federal de México y algunos Estados de Estados Unidos, han reconocido legalmente la unión de personas del mismo sexo.

«La historia la escriben los vencedores -aseguró la legisladora socialista española Carmen Montón-, deciden lo que recordaremos y lo que ocultaremos. Así­ ha sido con los homosexuales. (…) Podrí­amos creer que ninguna sociedad celebró el amor entre hombres o mujeres. Las pruebas del amor homosexual fueron discretamente suprimidas (?) libres de censuras los antecedentes históricos revelan que la realidad es exactamente la contraria: que el amor entre hombres o mujeres es una constante universal. Lo único que varí­a es la actitud de la sociedad. El matrimonio es una institución humana, es cultural, no pertenece a un dictado de ninguna ley natural ni tampoco divina.»

Entonces, ¿por qué nos empecinamos a reprimir cualquier modo de vida cuando no se apega a la visión de la realidad que nos construyeron desde una postura homofóbica? En Guatemala, al igual que en todos los paí­ses del planeta, homosexuales han existido desde siempre, y no es ninguna enfermedad que se pueda curar, únicamente es otra manera de ejercer el amor.

También cabe preguntarse cuál es el papel de los medios de comunicación en este tema. La publicación de artí­culos que promueven la discriminación, el racismo, la homofobia y la violencia son un verdadero peligro para la construcción de la democracia. ¿Podemos escudarnos en la libertad de expresión para fortalecer estereotipos?