Para los divididos y acosados rebeldes sirios, el hecho de que Occidente no intervendrá militarmente a su favor es un enorme golpe sicológico.
El régimen del presidente Bashar Assad ha conseguido fortalecerse, principalmente porque la comunidad internacional está preocupada de que si es derrocado el resultado puede ser una Siria islamista en manos de al-Qaeda.
El resultado inmediato ha sido un aumento de los enfrentamientos esta semana entre rebeldes moderados y extremistas.
El resultado a largo plazo probablemente sea una prolongada guerra de desgaste que siga destruyendo al país como un Estado coherente y avive más las llamas del odio sectario y el extremismo en el turbulento Medio Oriente.
Hace sólo dos semanas, el gobierno del presidente Barack Obama parecía listo para lanzar una ofensiva militar contra el régimen sirio en respuesta a un ataque con armas químicas el 21 de agosto, que Washington afirma fue obra de las fuerzas de Assad, con un saldo de cientos de civiles muertos en áreas controladas por los rebeldes en las afueras de Damasco.
Obama cambió de postura después de un ambicioso acuerdo entre Estados Unidos y Siria que contempla hacer un inventario del arsenal químico sirio en una semana, y que todas las armas químicas sean sacadas del país o destruidas para mediados de 2014.
Assad aceptó de inmediato y el viernes envió a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas una «declaración inicial» que describe el programa de armas químicas de Siria.
El acuerdo ha cambiado significativamente la situación y confundido a las fuerzas de oposición, que esperaban que un ataque estadounidense ayudara a inclinar la balanza en la guerra civil. El conflicto, que entra en su tercer año, ha dejado más de 100.000 muertos y desplazado a millones de personas.
«Este acuerdo coloca el régimen en el centro del proceso diplomático internacional», dijo Randa Slim, experta del Instituto sobre el Medio Oriente, un grupo de estudio de Washington. Eso hace menos probable que Assad sienta la necesidad de negociar una transición política.
«También aleja a los grupos armados de la oposición de un esfuerzo por buscar un acuerdo que no creen que les favorezca en la situación actual», dijo.
Por su parte, las fuerzas de oposición afirman que al renunciar a su arsenal químico, Assad eliminó la amenaza de un ataque militar estadounidense a cambio de muy poco. A diferencia de los aviones de guerra del régimen, que han hecho retroceder los avances rebeldes, las armas químicas no se consideran cruciales para la supervivencia del régimen ni su estrategia militar.
«Assad ha sido premiado, no castigado, por usar armas químicas», dijo Kamal Labwani, figura veterana de la oposición siria.
«Es una decisión desvergonzada que se reflejará en más extremismo en el terreno», dijo, señalando la rápida proliferación de extremistas de al-Qaeda y el aumento de los combates en los últimos días.
El miércoles, elementos armados del Estado Islámico de Irak y el Levante, una rama de al-Qaeda, tomaron el control de un poblado cerca de la frontera con Turquía después de cruentas batallas en que expulsaron a los combatientes del Ejército Libre Sirio, un grupo moderado respaldado por Occidente.
Labwani dijo que el mundo es testigo del nacimiento de un «un Estado islamista y extremista capaz de desestabilizar a países desde Paquistán hasta el Norte de África».
«Somos los que más perdemos en todo esto, los que hemos tratado de defender la democracia, la sociedad civil y la libertad», afirmó Labwani.
Bruce Hoffman, director del Centro de Estudios de Seguridad de la Universidad Georgetown, dijo que Siria es ahora más importante que Irak para al-Qaeda.
Siria pone a «al-Qaeda a poca distancia de los tres principales aliados de Estados Unidos en la región: Turquía, Jordania e Israel», indicó. En referencia a las batallas internas entre los rebeldes, opinó que cualquier sugerencia de que sacarían de sus filas a los extremistas es «un sueño irrealizable».