Actor carismático en la cresta de la ola


Con un rostro de boxeador marcado por unas ojeras inamovibles, que escapa de los cánones tradicionales de Hollywood, el actor puertorriqueño Benicio del Toro premiado esta semana en Cannes se ha hecho un lugar en la gran pantalla a fuerza de carisma y una muy buena elección de sus personajes.


Su elogiada interpretación del legendario guerrillero argentino-cubano Ernesto «Che» Guevara en el filme «Che», del estadounidense Steven Soderbergh, le valió el domingo el prestigioso Premio de interpretación masculina del 61º Festival de Cannes.

«Todos los premios le pertenecen al Che, todo es muy del Che, el proyecto es del Che», dijo feliz el actor tras recibir el galardón.

A lo largo de esta ambiciosa pelí­cula dividida en dos partes, Del Toro pasa del jefe de guerra carismático de la triunfante revolución cubana, al «Che» en Bolivia, muy enfermo de asma y cuyo rostro –casi como el de Cristo– desaparece progresivamente recubierto por la barba y la cabellera, hasta su apresamiento y ejecución sumaria en 1967.

El premio no hace más que confirmar el talento de Del Toro, de 41 años, célebre desde su encarnación de policí­a mexicano en «Traffic», en 2000, que le valiera un Oscar como Actor de Reparto y un Globo de Oro.

Pero este puertorriqueño de 41 años ya habí­a llamado la atención en 1995 por su rol como uno de los gangsters de «Usual suspectos» («Sospechosos habituales» o «Los sospechosos de siempre»), filme al que le siguieron en 1996 papeles en filmes con dos reconocidos directores: Abel Ferrara, con «El funeral», y Julian Schnabel, con «Basquiat».

Ese mismo año le llegó su primer rol en una pelí­cula comercial, al compartir cartel con Robert De Niro en «Fanático» («The fan»), y dos años más tarde protagonizó junto a Johnny Depp «Miedo y asco en Las Vegas», dirigida por Terry Gilliam. Pero fue «Traffic», en 2000, también dirigida por Soderbergh, la que le hizo dar el gran salto.

Del Toro se ha preocupado no obstante de elegir cuidadosamente sus papeles. En los últimos años se lo pudo ver en la comedia policial «Snatch: cerdos y diamantes» (2000) del británico Guy Ritchie, la elogiada «21 gramos» (2002), del mexicano Alejandro González Iñárritu, que le valió una nueva candidatura al Oscar o «Sin city» (2005), de Robert Rodrí­guez.

Nacido el 19 de febrero de 1967 en Puerto Rico, de padres abogados, Benicio Monserrate Rafael del Toro Sánchez perdió a su madre cuando tení­a nueve años y con 13 años se instaló con su padre y la familia en Pensilvania, noreste de Estados Unidos.

Tras realizar estudios universitarios de comercio en San Diego, descubrió la pasión de la actuación y cambió radicalmente de camino, aunque sin avisar al principio a la familia.

Comenzó con pequeños papeles en la televisión, en la serie «Miami Vice» en 1984, por ejemplo, y en 1998 consiguió su primer rol en el cine en «Big Top Pee-Wee». En 1989, con apenas 22 años, fue el malo más joven de la saga James Bond al interpretar un papel secundario en «Licencia para matar», a la que siguieron «The Indian Runner» («Extraño ví­nculo de sangre», 1990) y «Huevos de oro» (1993), de Bigas Luna.

«Me gusta seguir creciendo. No he llegado a ningún lado, en lo que a mí­ concierne», ha declarado Del Toro, que actualmente filma una nueva versión de «El hombre lobo», bajo la dirección de Joe Johnston. Y todo indica que seguirá cosechando éxitos.