El mundo católico se conmovió hoy cuando el Vaticano anunció oficialmente que el Papa Benedicto XVI tomó la decisión de renunciar a su cargo el día 28 de febrero debido a la merma de sus facultades físicas y mentales producto de sus ochenta y cinco años de edad. Evidentemente el Papa tiene aún la lucidez para entender su responsabilidad y actuar consecuentemente en lo que constituye un ejemplo para el mundo sobre lo que significa asumir uno sus propias limitaciones cuando llega el tiempo.
Históricamente los Pontífices permanecen en su puesto de forma vitalicia, es decir, hasta que mueren y muchos de ellos han terminado su pontificado ajenos en realidad al curso de los asuntos a su cargo debido a limitaciones producto precisamente de la edad. Hace más de seis siglos que no renunciaba un Papa y el último que lo hizo fue Gregorio XII en 1415 y ello como una medida para evitar que continuara el derramamiento de sangre producto del cisma que se vivía durante su mandato.
Sin juzgar el comportamiento de anteriores jefes de la Iglesia Católica, hay que decir que Benedicto XVI nos está dando a todos una lección importante del sentido de la responsabilidad. Por mucho que el Espíritu Santo ilumine a los Pontífices y sea la base del dogma de su infalibilidad, es obvio que algunos de ellos pasaron sus últimos tiempos ajenos a la realidad que les rodeaba y permitiendo que en su nombre otros tomaran decisiones importantes tanto para la Iglesia Católica como para la humanidad misma por la influencia moral y política que ha tenido siempre el Papa.
Una de las razones por las que se mantenía en secreto las limitaciones de los Pontífices era que la curia vaticana prefería mantener el control de la situación y su influencia en vez de abrir el proceso de sucesión que, como en cualquier conglomerado humano, es eminentemente político y en el que se ponen en marcha una serie de intereses de los distintos sectores que se manifiestan en el seno de la Iglesia. El Cónclave Cardenalicio es como cualquier cuerpo colegiado en el que se realiza una elección y, aun asumiendo como cuestión de fe la manifestación del Espíritu Santo sobre los llamados Príncipes de la Iglesia y el secreto que antes, durante y después se mantiene respecto a la forma en que se elige al Pontífice, es obvio que hay pulsos y tanteos entre los distintos sectores hasta que se logra llegar a un consenso.
Benedicto XVI está llamado a ser un Pontífice en situación de retiro, algo inédito para la feligresía católica, pero su gesto de extrema y profunda responsabilidad hace historia.
Minutero:
Benedicto XVI,
con profunda lucidez,
sabiamente iluminado
da un paso al costado