Acotaciones polí­ticas y macroeconómicas


El sábado anterior me referí­a en este espacio a aspectos generales referentes a que Guatemala es un paí­s inmensamente rico, pero que los polí­ticos y funcionarios corruptos que ocupan cargos clave durante cada perí­odo gubernamental no han llevado a la quiebra al Estado, aunque cientos de miles de guatemaltecos viven en condiciones infrahumanas.

Eduardo Villatoro

Cabalmente la tarde de ese dí­a leí­ el penúltimo Informe Guatemala, de la Fundación DESC, que abunda en detalles respecto a la desigual distribución de la riqueza, al indicar que ciertamente nuestro paí­s es extraordinariamente rico, pero que la riqueza está concentrada en monopolios.

Entre los poderosas organizaciones empresariales que controlan la riqueza, el documento enumera las sociedades que conforman oligopolios, que incluyen ingenios azucareros, empresas agroindustriales, sociedades financieras, empresas cementeras, canales de televisión, consorcios de fabricación de cerveza y licores, grupos de medios impresos.

Afirma el informe que «con la sartén por el mando», estos y otros grupos empresariales tienen el poder sobre las instituciones del Estado y en organizaciones polí­ticas, el control de la información y el condicionamiento sobre poderes locales y grupos sociales.

Ante estos poderes fácticos, los gobiernos tienen un margen de acción extremadamente limitado, condicionado a los intereses de aquellos monopolios y oligopolios, y de ahí­ que los tí­midos intentos que se han hecho para realizar reformas tributarias destinadas a incrementar los ingresos del Estado, para hacerle frente a las numerosos necesidades de la mayorí­a de la población, siempre quedan en el camino y hasta generaron frustrados golpes de Estado.

El análisis asegura que la alternativa al statu quo proveniente de sectores sociales y polí­ticos quedó sumamente debilitada y dividida como consecuencia de la guerra interna, a lo que se suma una suerte de sucesivas cooptaciones y limitaciones en el ejercicio de los gobiernos elegidos, desde 1985. Señala que las coyunturas de convergencia de estos sectores sociales han sido de corto aliento y no se vinculan, precisamente, a los procesos electorales, y desde el Organismo Ejecutivo la tendencia del poder polí­tico es de inclinarse por algunos de los grupos de poder económico.

Advierte el documento que en Guatemala la democracia es débil porque no satisface las expectativas de una mejor vida para la mayorí­a de la población empobrecida; pero también por la decepción que le transmite la inseguridad que se vive diariamente.

Ciertamente ?admite- el ejercicio electoral forma parte del proceso de relevo en el contexto del sistema adoptado por Guatemala en su marco constitucional, el cual, cada cuatro años, es el centro de la coyuntura polí­tica; pero la democracia no debe estar circunscrita al voto, sino que deberí­a implicar el funcionamiento de instituciones que hagan valer el estado de Derecho en beneficio de la sociedad.

(El tendero Romualdo Vavozo le comenta su compadre Fofo Teyo respecto a candidatos financiados por poderosos grupos económicos: El problema no es que nos mientan cada cuatro años?el problema es que les creemos).