Acoso


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No, ella no se lo buscó, no tuvo la culpa como algunos dicen, no debió taparse un poco más, ni dejar de sonreír, ella simplemente fue ella, pero claro, bajo estas circunstancias, país de machos, empresas de machos, calles de machos, un país a los pies de los hombres, es más fácil señalarla a ella.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@yahoo.es


Ella, yo, muchas mujeres, nos enfrentamos cada día al asedio de tipos que con miradas lascivas, con gestos ofensivos, con palabras estúpidas e insultantes y peor aún con las manos extendidas reafirman según ellos y ante algunos su “hombría”, abusando, atropellando, lastimando y violentando nuestro espacio, nuestro cuerpo.

Que es algo cultural dicen algunos, que la culpa es de las mujeres por coquetas, cambiando la expresión por supuesto ya que normalmente no es esa la palabra con que se nos califica, que nada nos quita una miradita, un ayayyay o un rozoncito sin querer queriendo.

Y así las cosas, porque ni modo, porque así ha sido siempre, y porque el que tiene más poder siempre abusa del débil, vemos mujeres con los ojos llorosos porque en el autobús las tocaron, mujeres que dejan sus empleos, un trabajo que realizaban bien y con gusto, por el asedio del jefe, o se aguantan los abusos con la boca callada por necesidad; niñas que son violadas por sus tíos, por sus padres, mujeres que aparecen cercenadas luego de haber sido ultrajadas por salvajes.

Y las leyes, bien gracias, jamás proceden, acá es más delito robarse una gallina que violar a una mujer, acá el acoso no está tipificado, acá a los tentones no les cortan las manos, yo les quitaría otra cosa. Acá las leyes son nada, no se hacen y las que existen no se cumplen, quizá porque los primeros que las infringen son los que deben velar por su cumplimiento.

Ellas, ella, yo, no nos buscamos nada de eso, pero tal parece que en Guatemala estamos rodeadas de brutos. (Y huyyyy, de policías, que casi o sin el casi es lo mismo).