Velupillai Prabhakaran, de 54 años, líder de los Tigres para la Liberación del Eelam Tamil (TLET), que según el ejército se halla acorralado en el noreste del país, es adulado como un dios por sus partidarios y considerado como un criminal despiadado por sus detractores.
Sin embargo, muy pocos se atreven a negar que se trate de uno de los líderes guerrilleros más temibles de la historia reciente: ha demostrado tener la destreza táctica del afgano Ahmad Shah Massud, la convicción de un líder revolucionario latinoamericano como el Che Guevara, y ser implacable como Osama Bin Laden.
Prabhakaran se encuentra acorralado en una pequeña franja del noreste del país donde se prepara para librar su último combate, según indicó el viernes un alto mando del ejército de Sri Lanka.
El portavoz de la guerrilla, que se rindió a principios de esta semana, «dijo que Prabhakaran vivía ahí dentro y que estará allí hasta el último momento», señaló el general de brigada Shavendra Silva.
La lucha de Prabhakaran se remonta a 1972, cuando el benjamín de una familia tamil de cuatro hijos de la clase media de Jaffna (norte) creó a los 18 años los Nuevos Tigres Tamiles. En esa época se proponía luchar contra las discriminaciones de la mayoría cingalesa contra la minoría tamil y crear un Estado marxista.
A partir de entonces, este estudiante que nunca llegó a graduarse, nacido el 26 de noviembre de 1954, pasó a la clandestinidad. Reapareció en 1975 para revindicar el primer asesinato político de su organización, el del alcalde de Jaffna.
La radicalización estaba en marcha. En mayo de 1976 creó los Tigres para la Liberación del Eelam Tamil, cuyo emblema es un tigre rugiente opuesto al león de la bandera de Sri Lanka. Su objetivo era crear un Estado separado en el noreste, poblado mayoritariamente por tamiles.
Adquirió fama internacional a partir de 1987, cuando organizó ataques mortales contra las tropas indias que llegaron para ayudar a Sri Lanka a combatir a los insurgentes.
Desde entonces, goza de un verdadero culto a la personalidad entre los guerrilleros, que le adulan como el «dios del sol». Escoge él mismo a los «tigres negros», los rebeldes encargados de comandos suicidas.
Se les responsabiliza de asesinatos de envergadura, como el del ex primer ministro indio Rajiv Gandhi, en mayo de 1991, o el del presidente de Sri Lanka, Ranasinghe Premadasa, en mayo de 1993.
Este líder guerrillero, considerado como un hombre sanguinario y de gran crueldad, impone a sus tropas una disciplina de hierro y prohíbe el alcohol y el tabaco. Al igual que su jefe, los principales dirigentes de los Tigres prefieren morir antes que rendirse, y siempre llevan con ellos una pastilla de cianuro.
Los insurgentes del TLET, que figuran en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos y de la Unión Europea, nunca toman rehenes y no suelen dejar supervivientes tras sus ataques.
Debilitados por las deserciones, y según algunos analistas por purgas despiadadas, los guerrilleros han ido perdiendo terreno frente a la ofensiva del ejército gubernamental.
En febrero, el ejército se apoderó de un búnker dos plantas, con aire acondicionado, en medio de una plantación de cocos, en el distrito de Mullaittivu. En el fortín, considerado uno de sus escondites, Prabhakaran dejó un tigre disecado y una botella de cognac, según las fotografías publicadas por el ministerio de Defensa.
Tras más de 30 años de lucha, acorralado e invisible desde hace 18 meses, el hombre apodado Tigre número uno parece ahora carecer de margen de maniobra.
«Un Prabhakaran que luche hasta el final y caiga se convertirá en leyenda, al menos para su pueblo. Un Prabhakaran que trate de escapar será considerado muy diferentemente por aquellos que le apoyaron», estimó su biógrafo indio, Narayan Swany.
«Hasta el último minuto tratará de escapar», estimó por su parte el viernes el general de brigada Silva, que supervisa la ofensiva sobre la guerrilla.