En anterior Realidario (DCLXII), de 29/XII/09, pude descubrir catorce (14) erratas en los dos apartados que lo integran, «La cultura en la calle» y «Para alguien es un secreto», lo cual instaura una nueva marca de gazapos en esta degradada columna. El primer sorprendido soy yo mismo, aunque un lector atento (si lo hubiere) puede interpretar que el autor intenta sus primeros pasos en el periodismo de opinión, lo que no es del todo cierto, al cabo de veintitrés años como colaborador, solamente aquí­ en La Hora. Claro, a golpe dado ya no hay quite. La principal función del corrector es cotejar o confrontar el levantado de texto con los originales, según mi propia experiencia en tal especialidad editorial. Puede haber erratas que mejoren el texto original, pero nunca ha sido en mi caso.