Acerca del réquiem alemán de Johannes Brahms (II)


Terminaremos de exponer en esta columna las breves acotaciones que sobre el Réquiem Alemán de Johannes Brahms hemos elaborado. Pero antes de continuar es preciso rendir tributo a Casiopea, esposa dorada, que es multiplicada huella de luz que siguen mis ojos, dulce palabra agujereando mis anhelos incesantes y es cascada de miel y canto.

Celso Lara

Como hací­amos alusión, el Réquiem Alemán de Johannes Brahms se divide en seis partes, con el propósito de mejorar la percepción y apreciación de la obra, continuamos con la segunda parte:

IV.- La cuarta parte principia con el texto: «Â¡Cuán deseables son tus moradas!» y evoca así­ la visión de la apacible felicidad que encontrará el hombre fiel, «Mi alma añora los claustros del Señor» y luego: «Felices aquellos que están en tu morada», y termina con el lamento quejumbroso, pero no desesperado del coro, modulando sobre el texto siguiente «Oh bienaventurados son los que habitan en su casa, Ellos alaban su nombre eternamente».

V.- La quinta parte se inicia con el texto, «Vosotros estáis tristes ahora, pero yo quiero volver a veros de nuevo. Quiero consolaros como una madre consuela a su hijo». Así­ canta la soprano, repitiendo el coro la promesa con alegre confianza. No nos cabe la menor duda que una vieja costumbre alemana inspiró a Brahms este pasaje: al inhumar a un muerto, un niño del coro se acercaba a la tumba y cantaba al difunto un himno que todos los asistentes repetí­an, como lo cuenta Heine en su Alemania.

El coro en una serenidad extraordinariamente lograda por Brahms sobre el texto «Entonces, de aquello viejo que ha sido escrito lo mismo será traí­do a cumplir. La muerte ha sido absorbida por una victoria ¿Dónde está, ¡Oh muerte!, tu victoria?», concluye esta parte en un verdadero susurro.

VI.- La sexta parte se inicia sobre las palabras «Pues aquí­ no hemos hallado una morada permanente, buscamos nuestra morada futura. Mirad, yo os revelo un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados, y esto sucederá pronto cuando suene la última trompeta». Después del ataque del coro, el barí­tono se refiere al misterio consolador y la muchedumbre confiesa con un respeto temeroso: «Todos seremos transformados», y sigue «Pues la trompeta sonará», que nos describe como el «Dies irae» del Réquiem católico, los horrores del Juicio Final, descripción que se ve, sin embargo, mitigada por el grito triunfal del «Muerte, ¿dónde está tu aguijón?».

Una fuga, «Señor, sólo a Ti paz, honor y fuerza», termina esta escena apocalí­ptica, sobre el lamento «Â¡Dichosos aquellos que mueren en el Señor!». La melodí­a de este texto cantada por las sopranos, está sacada de la primera parte (después de la letra F de la partitura), cuyas palabras son: «Serán consolados». Es aquí­ cuando por primera vez aparece una verdadera atmósfera de «paz, que sobrepasa toda comprensión». La parte central: «Pues el Espí­ritu manda que descansen de sus penas», es de un tono un poco más denso. El amplio final de la primera parte vuelve a aparecer más tarde al final de la obra.

El Réquiem Alemán de Brahms, es pues, una de las obras más importantes de la literatura musical occidental. Las anotaciones anteriores son reflexiones del autor surgidas al calor de los ensayos de la obra con el Collegium Musicum, hace muchos años, allá en Venezuela, cuando se interpretó en su totalidad en la Santa Capilla, en la ciudad de Caracas.