Accionistas y cuentahabientes, ví­ctimas por igual


Agotadora batalla libran miles de cuentahabientes y accionistas del que fuera el Banco de Café, en difí­cil esfuerzo por recuperar sus ahorros, depósitos monetarios, fondos de pensiones e inversiones de capital, a causa de la intervención de la Superintendencia de Bancos, lo que provocó, además, el llamado efecto dominó, empleado inicialmente para ejemplificar la sucesiva caí­da de gobiernos asiáticos afines a Estados Unidos, para emerger como regí­menes proclives a la extinta URSS.

Eduardo Villatoro

La tardí­a intervención del Bancafé de parte de la Superintendencia de Bancos y la Junta Monetaria provocó angustias, insomnios, inapetencias, diarreas y hasta más dos o tres infartos fatales a modestos, medianos y grandes cuentahabientes que de repente se enteraron de que sus pequeños o apreciables ahorros los habí­an perdido, con pocas posibilidades de recuperación, salvo los protegidos por el FOPA, aquellos que tení­an depósitos menores a Q20 mil.

Luego, surgieron rumores acerca de la eventual quiebra de otros bancos, especialmente del G T Continental, generando que miles de personas que tení­an ahorros y depósitos monetarios retiraran sus dineros, y para ajuste de cuentas, la negligencia de las autoridades monetarias puso en el avispero a los usuarios del sistema bancario al no ordenar oportunamente la impresión de millones de billetes de todas las denominaciones, para sustituir al papel moneda arruinado o en desuso.

Todas estas causas y efectos han determinado suspicacia de los usuarios hacia los bancos del sistema, mientras que los responsables de tanto desaguisado permanecen firmes e imperturbables al frente de sus cargos, circunstancia que no altera el ánimo de los resignados guatemaltecos, acostumbrados a que les laven la cara con maquillajes retóricos.

Este fenómeno bancario, financiero y económico ha provocado sus mayores efectos entre los cuentahabientes del que fuera Banco del Café, porque no sólo corren el inminente riesgo de no recuperar sus recursos, sino que son ví­ctimas del engaño de falsos redentores que, disfrazados de abogados o auditores, intentan sembrar falsas y maliciosas esperanzas en ahorrantes y depositantes, puesto que les aseguran, sin ninguna sólida ni endeble base legal, que todas las personas que fueron accionistas del Bancafé están obligadas a responder por el destino que corrieron los dineros que manejaban los administradores de la desaparecida institución bancaria.

Debe hacerse hincapié en este caso que la calidad de accionista es similar a los cuentahabientes y a otros afectados por la intervención del Bancafé, en el sentido de que confiaron en las palabras y los documentos de altos ejecutivos del banco, para invertir en este ente, sin contar con las informaciones pertinentes que atañí­an al manejo de los capitales del Bancafé. En otras palabras, fueron estafados al fiarse de las palabras de los administradores, que además de ser accionistas mayoritarios eran miembros de la Gerencia y la Directiva de la institución intervenida.

Estos simultáneos funcionarios y accionistas del Banco del Café incurrieron en evidentes irresponsabilidades en lo que concierne a las polí­ticas de manejo y administración de riesgos, toda vez que concentraron la mayor parte de los recursos captados a accionistas no ejecutivos y a cuentahabientes, a una sola institución, la ya célebre REFCO.

Como suele decirse en el caló popular y especialmente en cí­rculos ligados a inversionistas bancarios o financieros, pusieron todos los huevos en una sola canasta.

Adicionalmente, informaciones oficiales y oficiosas que circulan profusamente, apuntan a que la supervisión oficial del Bancafé fue deficiente, porque no es concebible que un par de meses antes de la intervención, el titular de la Superintendencia de Bancos declare abiertamente que aquel banco no afrontaba riesgo alguno, y pocas semanas después asegure que era imprescindible la intervención del mismo ente bancario. Es un precario trabajo de supervisión que dista de ser responsable y adecuado.

Respecto a lo que más interesa en esta ocasión, es determinante que, por lo menos ahora, la Superintendencia de Bancos y los funcionarios de la intervención del Bancafé, puntualicen categóricamente que los accionistas que no integraban la administración del Banco, o sea que no eran del equipo de la gerencia ni miembros de la junta directiva, no tienen ninguna responsabilidad en el supuesto fraude, porque estos accionistas rasos (para decirlo de alguna manera), también se han quedado sin los recursos que confiaron al Bancafé, de suerte que se encuentran desamparados y han perdido su dinero invertido de buena fe en acciones de esta institución, de lo que se deduce que tales accionistas son igual de ví­ctimas como las personas que tení­an libretas de ahorros, depósitos monetarios y fondos de pensiones, quedándose con sus chequeras sin fondos.

(El desesperado usuario de un banco, en su intento de cambiar un cheque antes de Nochebuena, habiendo agotado la plática con Romualdo, que le precede en la agotadora fila, y la lectura de la cartelera de cines en un diario, pregunta ¿Me podrí­a decir por qué los Picapiedras celebran la Navidad si ellos vivieron antes de Cristo?).