Cualquiera pensaría que en la zona de los Hamptons no hay pobres. En esta localidad en la punta de Long Island en el estado de Nueva York abundan las amplias mansiones, los automóviles lujosos y las playas exclusivas. Es el lugar de veraneo de muchas celebridades.
Pero ciertamente hay pobres y desamparados, gente hambrienta y sin techo. Lo que pasa es que son más difíciles de detectar. Algunos obreros de construcción se albergan en granjas, donde descansan al lado de las máquinas cortacésped.
Otros, que sufren de alcoholismo, drogadicción o problemas psiquiátricos, viven apertrechados en tiendas de campaña en las zonas boscosas. Otros tienen empleos con un salario mínimo, pero como no pueden pagar alquiler en una zona tan exclusiva, viven en sus vehículos.
Sin embargo, cuando comienza a hacer frío en el invierno algunos de ellos buscan amparo en el refugio administrado por una organización llamada Maureen’s Haven.
«Esencialmente existimos para evitar que la gente sin techo muera congelada durante el invierno», dice Tracey Lutz, directora ejecutiva de la organización caritativa fundada hace 12 años.
La agrupación trabaja con una red de iglesias en el este de Long Island, que permiten usar sus sótanos o auditorios, administrados por voluntarios. Algunas iglesias aceptan decenas de personas, otras sólo un puñado. Las instalaciones no son nada lujosas, pero al menos es un lugar donde dormir y recibir una comida caliente.
Unas 50 personas se aglomeran cada noche en una vivienda modesta en Riverhead, en el condado de Suffolk, donde Maureen’s Haven opera el único refugio para desamparados en el extremo oriental de la isla.
Lutz dice que los pobres, incluso unos cuantos inmigrantes no autorizados a vivir en Estados Unidos que por ley no pueden recibir asistencia estatal, son interrogados sobre su estatus migratorio antes de poder montarse en camionetas que los llevan a iglesias designadas para pernoctar.
Los bolsos de los solicitantes son registrados periódicamente para evitar que introduzcan drogas o alcohol. Los visitantes deben apegarse a estrictas reglas, que incluyen la prohibición de pelearse y de portar cualquier tipo de armas.
Los que no se adecúen a las normas de Maureen’s Haven, que tampoco acepta violadores que hayan sido declarados culpables, son remitidos al Departamento de Servicios Sociales del condado de Suffolk, que ofrece refugio de emergencia para hasta 500 familias y cientos de individuos cada noche en decenas de lugares.
Muchos de los que van a Maureen’s Haven dicen que son oriundos de la zona y que no quieren viajar hasta 80 kilómetros (50 millas) para encontrar albergue, dice Lutz.
«Prefieren quedarse en su comunidad en lugar de irse a otro lado donde tienen cama segura», añade.
Jennifer Sulzer, de 37 años y madre de cuatro hijos adolescentes que viven con otros parientes, dice que no puede trabajar por problemas de salud y que ha estado usado Maureen’s Haven de manera intermitente por cuatro años. «En ese lugar hay gente cariñosa, compasiva», dijo Sulzer, quien antes tenía un apartamento en Riverhead.
Michael Kline, de 43 años, dice que pasó más de tres años viviendo en el bosque cuando su vida como carpintero comercial se derrumbó debido a las drogas. Actualmente está desempleado.
«Pasé de una vida normal en la Park Avenue de Manhattan a pernoctar en el banquillo de un parque», dijo Kline, quien según dijo va tres horas diarias a recibir tratamiento contra las drogas. «Este lugar me ha dado la posibilidad de ir a tratamiento diario».
Lutz dijo que la reciente recesión que afectó a Estados Unidos agravó la crisis de los desamparados en todo el país, incluyendo en los Hamptons. «Queremos creer que los desamparados son gente con drogas o enfermos mentales o delincuentes, y que por lo tanto es culpa de ellos», dice Lutz. «No podemos seguir pensando así; es una fantasía».
Comentó que ve visitantes que trabajan en restaurantes o tiendas locales pero no les alcanza el dinero, especialmente en una zona donde los precios son exorbitantes.
La revista Forbes este año calificó al pueblo de Sagaponack en Southampton como la cuarta zona más acaudalada de Estados Unidos, donde el precio de una casa promedio asciende a 4,1 millones de dólares y donde el ingreso promedio es de 103.000 dólares anuales.
Sin embargo, aunque muchos de los ricos poseen propiedades en los Hamptons, no siempre se identifican como residentes de la zona en cuestionarios del censo u de otras organizaciones.
Funcionarios del condado de Suffolk dijeron este mes que 20 familias de Southampton estaban recibiendo asistencia de emergencia en uno de los albergues públicos, pero advirtieron que las cifras varían constantemente. Según los registros, Suffolk tiene 55 familias en el poblado de Riverhead que viven en refugios.
«Trabajan en farmacias, trabajan en restaurantes, pero no ganan lo suficiente para pagar por un techo sobre su cabeza», dijo Lutz. «Ganan lo suficiente para comprar algunas de las cosas que necesitan, y vienen aquí para dormir».
Maureen’s Haven tiene un presupuesto anual de 340.000 dólares, gran parte del cual proviene de donaciones privadas. Sus oficinas contienen varios escritorios con computadoras desde las que los visitantes necesitados pueden conectarse a internet y buscar empleo o vivienda.
Joann Piche, presidenta de la junta directiva de Maureen’s Haven, dice que entiende que para mucha gente es difícil pensar en los Hamptons como un lugar donde hay pobres desamparados. «Cada vez que paso por una de esas mansiones, que están casi vacías, me pongo a pensar: ‘¡caramba, cuánta gente podríamos albergar allí!»’, dice Piche.