«Que me lo dejen con vida, como quiera ya pasó lo que pasó y ya pagó con todos estos años que estuvo preso», clama Eleuteria Armendáriz por su nieto José Ernesto Medellín, condenado a muerte en Estados Unidos con fecha prevista para el 5 de agosto.
Doña Eleuteria le reza todos los días a San Francisco de Asís para que las autoridades de Estados Unidos se apiaden de su nieto y lo dejen libre, pues está segura de que con los 15 años que tiene preso ya ha pagado su delito.
«Aquí le tengo su altarcito, las únicas fotos que tengo de él son estas del periódico y una que me mandaron sus papás hace muchos años», comentó.
Mientras miraba las noticias por televisión en su casa de Nuevo Laredo, frontera con Estados Unidos, la abuela dijo que «estoy viendo a ver si dicen algo de mi José, él no tiene la culpa, a ver por qué no han agarrado a los otros que andaban con él, lo que pasa es que le están echando la culpa».
Medellín, de 33 años, es uno de los cinco mexicanos que enfrentan la pena de muerte en forma inminente en Estados Unidos, de un grupo de 51 en igual situación.
El joven fue condenado por haber violado y matado a dos adolescentes en Texas en 1993.
México acusó la semana pasada a Estados Unidos de ignorar el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya que le obligaba a revisar las condenas a muerte de los 51 mexicanos.
Al margen de las gestiones oficiales, la mujer recuerda a José como «un niño muy estudioso, que no le hacía daño a nadie; todos lo queríamos mucho».
«Yo no se por qué su papá se lo llevó para allá, aquí lo hubiera dejado y no le estaría pasando esto tan feo como le pasa ahorita», se lamenta Eleuteria mientras se seca una lágrima.
La señora cuenta que José Medellín fue llevado a Estados Unidos cuando tenía entre 7 y 9 años, pues dice no recordar bien la fecha, pero desde entonces nunca supo nada de él, hasta que se enteró que está condenado a muerte.
«No me querían decir nada, siempre me ocultaron la verdad, pero después me enteré y su padre no tuvo más remedio que decirme», relató.
Doña Eleuteria dice que es imposible que ella pueda hacer algo para ir a ver a su nieto o defenderlo y que sólo le resta rezar para que las autoridades norteamericanas se apiaden de él y lo dejen regresar a su casa en Nuevo Laredo, frontera con Estados Unidos.
«No tengo dinero para pagar un viaje para ir a visitarlo, mucho menos puedo ir a pedirle a las autoridades para que lo dejen salir. Mire mis piernas, están hinchadas, estoy muy enferma, ya casi no puedo ni caminar, los médicos nomás me dan medicina y no me compongo, pero no me dicen qué tengo», señala la mujer.