Absolutamente innecesario


La fiesta de sangre del sábado pasado es una noticia que bien nutrirí­a alguna novela negra. No hace falta tener una mente tan retorcida para escribir algún libro acerca de la realidad guatemalteca, con esos cuadros macabros de telón: cadáveres apilados, consumidos por el fuego y sus cabezas rodando en una orgí­a de sangre. Totalmente descabellado.

Eswin Quiñónez
eswinq@lahora.com.gt

La debilidad del sistema de seguridad es cada vez más elocuente. Presos que son trasladados y «custodiados» por policí­as se enfrentan con un grupo rival; pero nadie dice nada de cómo fueron los hechos. La seguridad del Pavoncito prefiere no opinar, la policí­a ingresa dos dí­as después buscando «evidencias» que descifren el origen de la matanza.

Si se quiere vender el paí­s como un destino turí­stico, esas postales de violencia que ocupan espacios preponderantes en la prensa internacional no son los mejores alicientes para motivar las visitas. Cada vez nos confirmamos con un paí­s de salvajes, y cómo podemos quitarnos ese estigma.

Tampoco es que queramos hacer mucho para cambiar. Y ahí­ es donde la autocrí­tica es importante. Fueron ofensivas para la salud mental de los guatemaltecos, ver por ejemplo, la forma en que la televisión transmití­a las escenas, absolutamente innecesarias, donde los presos pateaban las cabezas que también eran agarradas por los verdugos y mostradas como trofeos. Un matutino reprodujo las fotos de las cinco cabezas apiladas, alimentando el morbo de la población. Yo tuve que romper y deshacerme de esas páginas para que mi sobrina de seis años, que comienza a disfrutar de la lectura, no accediera a esas noticias y evitar que se formara un su trauma desde niña.

Ese morbo se disfruta en el paí­s. De lo contrario esas noticias no fueran celebradas hasta por la misma población que está urgida de seguridad. ¿Cómo podemos justificar esas cosas?

En ocasiones trato de entender la forma en que los gobernantes de turno defienden la ejecución de los recursos destinados a la seguridad. í“scar Berger, por ejemplo, se jactaba de que cada dí­a habí­a menos asesinatos, que ya no habí­an robos. Lo decí­a incluso cuando los periódicos se tapizaban de las peores noticias de la jornada. ílvaro Colom, dice ahora que la masacre ocurrida en Pavoncito corresponde a un mensaje del crimen organizado por su arduo trabajo de reorganización en las prisiones. Según nuestro presidente ese salvajismo es una reacción de inconformidad de los reclusos que habitan armoniosamente en esos centros.